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El objetivo principal de esa convención es conformar el tribunal electoral que tendrá a su cargo las próximas elecciones y el tribunal de conducta que podría utilizarse después como un garrote contra los críticos o díscolos de la línea oficialista.
Aunque Honor Colorado podría imponer en estos dos organismos a quien quiera con su cómoda mayoría, aparentemente, no lo hará.
Esto no significa un cambio abrupto del cartismo en su plan de copar la mayoría de las instituciones sino una necesidad de exhibir cierta imagen de apertura tras varios atropellos cometidos sin miramientos en las últimas semanas.
Será más bien una actitud condescendiente con los disidentes para que el resultado no sea cuestionado y tildado como una muestra más de un autoritarismo que, de todos modos, se les escapa por los poros a cada rato a sus dirigentes.
Lo que no cederá el cartismo, según parece, es la presidencia del Senado, pese a que el año pasado el mismo presidente de la República, Santiago Peña, se comprometió en que habría una rotación con los no cartistas en ese cargo.
Posiblemente, se vengan semanas turbulentas que terminarán de convencer a la cúpula cartista de que es mejor seguir conduciendo el Poder Legislativo con mano dura. Inclusive, con más dureza que la que impone ahora Beto Ovelar.
No obstante, la Cámara de Senadores sigue siendo impredecible y, como dijo una conocida figura política colorada del ambiente parlamentario, “falta mucho para junio y, hasta entonces, pueden ocurrir cosas no previstas”.
El problema para un eventual acuerdo político en el Senado que incluya a colorados disidentes y el frente democrático es que no existe en la oposición una mayoría consolidada y un liderazgo claro.
Patrick Kemper (Hagamos) y Orlando Penner (Patria Querida), por ejemplo, juegan su propio partido vinculados al Poder Ejecutivo. Si bien demostraron no estar dispuestos a avalar cualquier atropello del cartismo, como fue la expulsión de la senadora Kattya González, tampoco se puede contar de hecho con sus votos a la hora de negociar la próxima mesa directiva.
Entre el grupo de los siete colorados disidentes, además, existe un encontronazo dado que son dos los que aspiran presidir el Senado: Lilian Samaniego y Óscar “Cachito” Salomón.
Los escándalos vergonzosos de nepobabies y la comprobación de que actores políticos colorados y sus aliados aprovechan impunemente su momento en el poder para nombrar a familiares y amigos en cargos públicos no motivaron alzamientos ciudadanos, como podría esperarse, aunque si la crucifixión de varios conocidos políticos en las redes sociales, lo cual puede tener repercusión a largo plazo en contiendas electorales.
En este momento, parece más probable que el gobierno de Santiago Peña sea desestabilizado por el hartazgo generalizado ante los afanes de atropello y de venganza de su mentor Horacio Cartes o la sinvergüencía de colorados y sus aliados por ocupar altos cargos con sueldos millonarios que paga la ciudadanía con sus impuestos.