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Pero, más allá de ese golpe de realidad, digamos, salió con un desafío. A la noche de ese mismo día, con su esposa, a través de su cuenta en Instagram, dieron un mensaje a la ciudadanía para asumir el compromiso de que convertirán ese lugar en un centro de referencia para la población.
A dos días para el inicio de clases en las instituciones públicas crecían las críticas con respecto a la entrega de kits, las 8.746 aulas en mal estado, las más de 2.000 aulas en riesgo de derrumbe. Los gremios docentes se manifestaban hablando de un retroceso del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC).
Y en medio de todo ello, teniendo en agenda principal esos dos pilares fundamentales en toda sociedad, Santiago Peña anunciaba que la Fuerza Aérea tenía un plan de compra de aviones de combate por US$ 121 millones.
El anuncio cayó como un balde de agua fría teniendo en cuenta que constantemente se habla de la falta de recursos para una mayor y mejor inversión en estas dos áreas fundamentales y sensibles. Hubo reacción inmediata. Desde la Asociación de pacientes con cáncer, Juana Moreno reclamaba con dolor la situación de enfermos que deben enfrentarse a la falta de medicamentos, a equipamientos que no funcionan y que postergan la posibilidad de un tratamiento adecuado, llevándolos muchas veces hasta la muerte.
¿Comprar aviones, entonces? Claro que es necesaria una amplia estrategia en la lucha contra el crimen organizado y para ello, acompañarlo con un plan mucho mayor y masivo, pero además, analizando la participación de los actores políticos que se insertan a los gobiernos de turno para dar protección y crecimiento a este flagelo. Enfrentar debidamente a uno de los peores males que tiene el país, impactará positivamente en todo lo demás, pero cuando se insiste desde el mismo gobierno en la falta de recursos, a la readecuación de fondos, se pide una sola cosa en la lista de prioridades: Timing, señor Presidente.
Las decisiones tomadas y anunciadas por Santiago Peña han sido objeto de críticas no solo por el contenido. Esta cuestión de oportunidad, o la falta de ella, genera un cuestionamiento sobre la efectividad y la sensibilidad política del Presidente.
Grave equivocación de Peña al calibrar el momento adecuado para lanzar políticas o hacer anuncios, algo que es crucial, no sólo para su éxito, sino también para construir la confianza que el público deposita en él y que, últimamente, se desgasta frecuentando este tipo de acciones.
Es importante considerar que el momento político no es siempre un reflejo directo de las habilidades o intenciones de un Presidente. En el entramado complejo de la política hay factores externos, presiones de grupos de interés, y dinámicas internacionales que pueden influir en el momento de las decisiones gubernamentales. Se entiende claramente ese contexto, y en el caso de Santiago Peña algunas de sus decisiones mal timbradas podrían ser el resultado de estas complejidades, más que un error de cálculo personal. A ello se debe sumar la participación clave de su entorno y la capacidad de análisis sobre estos temas fundamentales.
Un reloj para Santi, por favor. O alguien que le ayude a una correcta lectura de los tiempos.