Cargando...
Tan por más fueron que el propio Soroka se transformó en verdugo pocas horas después, al convertirse en el voto número 23 para activar la guillotina y deshacerse así en el senado de una voz incómoda para quienes hoy forman parte del equipo de gobierno del país.
Son válidas así todas las especulaciones que puedan hacerse sobre el cambio de posición de quien horas antes realizaba una advertencia sobre la hoja de ruta que podría seguir de aquí en adelante el cartismo apoyado por sus aliados políticos.
Tan llamativo como que el siempre verborreico presidente del Senado Silvio Ovelar, enmudeció repentinamente ante los micrófonos de los periodistas cuando estos intentaban obtener alguna respuesta sobre su posición ante el proyecto para echar a una parlamentaria.
Ante la insistencia periodística solo apeló a la frase de un conocido filósofo, repitiendo en un par de ocasiones aquello de que “de lo que no se puede hablar es mejor callar”, aunque en realidad el pensamiento del filóso austríaco Ludwig Wittgenstein se refería con esa idea a que no se debe forzar al lenguaje a tratar de describir hechos que no se pueden expresar en palabras, y no a la obligación de acatar algo con lo que no se está de acuerdo, conforme lo admitió el mismo Ovelar un par de días más tarde, al revelar que la expulsión de la senadora de la oposición se decidió en una reunión del comando del movimiento cartista, y que la voz argumental estuvo a cargo del exsenador Juan Carlos Galaverna.
Las especulaciones sobre las razones del acatamiento y el silencio de Ovelar son entonces también válidas, sobre todo considerando que éste fue quien siempre se opuso a todos los pedidos de pérdidas de investidura de colegas suyos y de la oposición, incluso cuando esto significaba quedar solo en la votación e ir contra el pensamiento mayoritario de su bancada.
Como arbitrario y supeditado a la dictadura de mayorías coyunturales había descrito el hoy presidente del Senado, al proceso de pérdida de investidura en el Congreso, argumentando en todos los casos anteriores que la dictadura de una mayoría coyuntural no podía dejar de lado al electorado que votó a esa persona.
El presidente del Senado fue así el miércoles pasado contra todo lo que venía argumentando a veces solitariamente, y la pregunta es válida sobre qué pudo haberlo obligado a acatar algo con lo que nunca estuvo de acuerdo y siempre votó en coherencia con ello.
Lo primero que preocupa es la arbitrariedad del proceso para destituir a una senadora opositora, más allá de que hayamos votado o no por ella, nos decía el viernes en la 730AM Diego González, presidente del Centro de Estudiantes de Medicina de la UNA, al anunciar que los futuros médicos también se sumaban a la movilización que el día anterior habían comenzado los estudiantes de ingeniería, y a la que se sumaron estudiantes de varias facultades de la principal universidad pública del país.
“La oposición en una democracia es muy importante y no podemos callar una voz opositora solo porque nos molesta” nos decía el dirigente estudiantil, anunciando que seguirán movilizados también, cuestionando los casos de nepotismo con los que se privilegia a los parientes y se deja de lado a personas que dedican varios años de su vida para conseguir una oportunidad laboral.
Son así, una vez más, los estudiantes quienes muestran el camino en estos días, días en los que circularon muchas frases e ideas sobre el ejercicio de la política, como la que sostiene el expresidente costarricense y Premio Nobel de la Paz Óscar Arias, quien establece que la diferencia sencilla entre un dictador y un demócrata, es que mientras el demócrata que no tiene oposición tiene la obligación de crearla, el dictador sin embargo sueña con eliminarla totalmente.