Embrutecida y envilecida, la política es vicio

Vicio es, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, la inclinación de una persona a realizar actos contrarios a la moral establecida. Sus sinónimos son: inmoralidad, depravación, corrupción, degeneración. Cotejando la definición con la realidad cotidiana, podemos concluir que en el Paraguay la política está regida por el vicio. Los obscenos despilfarros en el Congreso son una muestra fatídica de ello.

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No sé si el vicio envileció a la política o si el embrutecimiento de la fauna política envició esta actividad tan noble en su origen. El enigma del chipá argolla: por dónde le entramos.

Pero quienes acceden a la política, en apabullante porcentaje, lo hacen para armarse y camandulear. “Armarse”, según el Diccionario del Castellano Paraguayo, publicado por la Academia Paraguaya de la Lengua Española (Servilibro), significa “enriquecerse alguien rápidamente”. Tiene una segunda acepción que los muchachos conocen. A su vez, “Camandulear”, del mismo diccionario, es “intrigar, obrar con hipocresía”.

Los camanduleros atiborraron el Congreso con sus nepobebés y demás parentela parásita, apelando a la hipócrita interpretación de “cargo de confianza”. Lo hicieron para armarse en familia, en gavillas tenebrosas. Sin intención visible de prestar algún servicio a la Patria.

De hecho, Patria es un concepto extraño para los de la situación, es decir, los cartistas, en su mayoría parroquianos impenitentes de bodegas más que de bibliotecas. Tampoco es muy conocido para varios de los miembros de nuestra marchita y contaminada oposición, que hasta ahora no se ha sentado a pensar seriamente en cuál será su futuro y que alternativa presentará ante el partido crematístico que predomina hoy y que parece seguirá predominando.

Ante la aseveración de que se votó mal en abril pasado, urge preguntar: ¿y a quien hubo que votar entonces? Las opciones eran sombrías: un personaje que en vez de unir a su partido lo dividió aún más y un mesiánico exaltado que pobló el Congreso actual de esperpénticos “legisladores”, como el tal Chaqueñito, la señora que esconde su realidad detrás de un filtro fotográfico o el barrabrava que está más para moquetearse con algún prójimo enclenque que para generar alguna idea, por más insólita que fuere, o sostener un debate dialéctico con el jefe de fotocopias de la Cámara.

Y hablando de jefe de fotocopias, a las investigaciones periodísticas sobre los nepobebés y otros nepos, siguieron luego las revelaciones sobre los extravagantes cargos creados en el Legislativo y los sueldos de Wall Street que reciben sus felices ocupantes.

Hasta dan ganas de felicitarles a quienes inventaron tan insólitos puestos para repartir, sin ninguna contraprestación práctica, el dinero del pueblo, acción que entra en la categoría de robo: jefe de mesa de salida (13.000.000), jefe de notas recibidas (11.700.000), jefe de documentos salientes (8.450.000).

En el Paraguay, la política, embrutecida y envilecida por tantos brutos y viles que nos “gobiernan”, es vicio depurado. Y ante una oposición sin luces ni liderazgos, solo queda la indignación ciudadana. Es necesario que ésta no pare de crecer.

nerifarina@gmail.com

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