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Tengo la impresión de que los liberales quedaron deslumbrados por el resonante triunfo de Javier Milei en el balotaje argentino después de haber resultado segundo en la primera vuelta contra el “partido-aparato” de la Argentina, el Movimiento Justicialista (peronismo).
Me perece, en primer lugar, una extrapolación de situaciones completamente distintas: En Argentina se unieron para el balotaje dos fuerzas, Milei y Patricia Bullrich, que tienen todo en común menos dos o tres detalles operacionales, cosa que no ocurre en nuestro país con los liberales y los demás opositores.
Sencillamente no es serio sumar en nuestro país a Paraguayo Cubas, asumido y confeso autoritario, con los liberales que, en general, estamos con la democracia y el Estado de Derecho.
Pero eso, grave porque implica una ausencia de principios, no es lo más grave.
Lo más grave es que por un cálculo oportunista se pretende modificar nuestra Constitución, que viene funcionando bastante bien en precautelar la democracia y el Estado de Derecho.
Nuestra Constitución ha tenido éxito, e intenté explicárselo a Salyn, porque cumple con un requerimiento fundamental de toda Constitución exitosa, el de haber logrado un compromiso mutuamente aceptable para todos los poderes reales de la sociedad paraguaya en la línea definida mejor que nadie por Ferdinando Lasalle en “¿Qué es una Constitución?”.
Aclaro, una vez más, que en lo personal soy partidario del balotaje, pero también reitero que soy radicalmente enemigo de la reelección presidencial.
El pacto de 1992, en lo que concierne a la Asociación Nacional Republicana (ANR, partido Colorado), fue no permitir la reelección a cambio de que no haya balotaje. Y esto no se hizo a la ligera.
Se hizo porque somos herederos de la tradición romana y latina del clientelismo político: El poder, en la República Romana y en todos los países latinos del mundo, se ha usado para generar clientelas que aseguren la continuidad en el poder de la persona que logre aglutinar una clientela suficiente para mantenerse indefinidamente en él, desde Julio César hasta Porfirio Diaz, pasando por Alfredo Stroessner, Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Cristina Fernández.
La no reelección es insuficiente, ciertamente, pero es necesaria para mitigar ese riesgo y nuestra democracia lo prueba en ambos sentidos. La no reelección es necesaria porque impide a cualquier persona implementar ese designio.
La Constituyente de Salyn abre las puertas del infierno. Genera la chance de restablecer la reelección presidencial para dar a una persona el tiempo que necesita para consolidar su clientela y repetir a Stroessner. Es una muy mala estrategia, es un suicidio.