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Sin embargo, poco duró la ilusión de una honrosa gestión cuando comenzaron a saltar a la luz las deficiencias de su administración; una administración que llegó a término en este 2023 gracias al respaldo político del ala cartista del Partido Colorado.
Hoy nuevamente una mujer acapara la atención en el escenario político paraguayo. Alicia Pucheta viuda de Correa, exministra de la Corte Suprema de Justicia, está sentada en el Consejo de la Magistratura para representar al Poder Ejecutivo.
Pero su llegada a esta instancia atraviesa un tendal de controversias, ya que hay posturas contrapuestas respecto a los plazos constitucionales de dicho cargo, cuyo anterior titular, asegura -con anuencia de un sector importante de especialistas del área- se debía extender hasta 2026.
Pese a esta disparidad de criterios, el presidente Santiago Peña emitió un decreto que fue dado a conocer como se dice “entre gallos y medianoche” para designar a la señora Pucheta como su representante en el Consejo. En un trámite récord, el tema fue incluido como primer punto a tratar por los senadores y pese a los intentos opositores de frenar la jura, el oficialismo obtuvo el quórum necesario.
El juramento de Pucheta ante el Senado no es un acto nuevo, ya que en 2018 (sí, el mismo año que Sandra juraba como Fiscal General) la doctora Pucheta se convertía en la primera vicepresidenta del país (y sí, también en ese año, de la mano del cartismo y sus aliados). Pero su designación para convertirse en la número dos del Ejecutivo estuvo precedida de favores políticos al poder de turno, firmando una resolución para habilitar a Horacio Cartes, Juan Afara y Nicanor Duarte a jurar como senadores, contraviniendo la normativa.
Todo lo mencionado da lugar a serios cuestionamientos que son retrucados con un falso posicionamiento hacia la conquista de espacios políticos por parte de las mujeres. Me refiero específicamente a quienes con claro oportunismo intentan instalar la idea de una doble vara atribuida a las feministas que se atreven a cuestionar “a sus pares”.
Pero no. No hay que dejarse confundir ni engañar. El feminismo busca y buscará siempre la igualdad y por supuesto, mayor posicionamiento en todas las áreas donde las mujeres siguen relegadas pese a su sobrada capacidad. Pero no será a cualquier precio y menos si ese precio es la integridad.
Aunque el derrotero esté lleno de contratiempos, su transitar debe ser coherente para llegar a buen puerto. Porque de nada sirve llenar espacios decisivos con personas serviles y codiciosas que nada tienen para ofrecer a un país que sigue empantanado en el atraso.
Por eso, aplaudamos a las mujeres honestas que nos representan con dignidad, pero repudiemos con vehemencia a las que se alían con los corruptos de siempre.