Cargando...
Cuando el neurólogo francés Michel Desmurget publica su libro “La Fábrica de Cretinos Digitales”, jamás pensó que, aunque políticamente incorrecto para algunos, iba a identificar inequívocamente a personas de esta generación y de generaciones anteriores, en proceso de migración digital o de invasión digital, según se tome.
Una fábrica de cretinos digitales: sobre si estamos creando la primera generación con “un coeficiente intelectual más bajo que sus padres”, es una mirada crítica sobre la digitalidad, no solo las pantallas y sería muy bueno que todos podamos entender esta digitalidad, más aún cuando en el Congreso de la Nación se suelen discutir proyectos de tecnología sin rumbo, ni asidero, como el que pretendía “acabar con la violencia digital”, o “regular las redes sociales”. Por esta razón es que comparto este artículo, para que podamos entender juntos los alcances de la Sociedad Digital, la Cibernética, el Ciberespacio y su relación con la vida física cotidiana de cada uno de nosotros.
Realidades, por ahí empecemos.
El advenimiento de la Cibernética, 1948, e Internet, 1990, generó una nueva realidad en donde la interconectividad entre las personas y dispositivos dio lugar a la digitalidad, esto es, una nueva cultura de personas físicas coexistiendo en computadoras, Smartphones, tablets y todo tipo de artefactos, trabajando en y desde ellos, exponiendo sus vidas, sus relaciones, generando fuentes de trabajo, compartiendo conocimiento.
La digitalidad es la construcción de construcciones del ser humano. Desde el año 2000 hasta este día, hemos generado más datos que en toda la historia anterior de la humanidad y eso debe llamarnos la atención sobre el valor de nuestro alter ego digital.
Esto no es una cuestión de edades, Millennials (odio esa etiqueta) o brechas, no, hoy la gran parte de la humanidad vive en dos realidades, la física y la digital y lo que haga mal o bien en una, repercute en la otra en un ciclo infinito de interacciones que se ve ampliado de forma exponencial porque en lugar de compartir algo con una decena de amigos del barrio, en la realidad física, podemos llegar a millones de personas, desde la realidad digital en nuestros smartphones, por algo que hicimos muy bien, o porque hicimos el ridículo y fuimos viralizados, la nueva manera de llamar a la picota, la nueva forma de bordar letras escarlatas sobre los pechos de los denunciados.
La digitalidad es entonces la proyección y amplificación de las situaciones que vivimos como comunidades, como familias y así como Internet es más que una herramienta, convirtiéndose en un fenómeno social, vamos a encontrar que la definición de violencia también se magnifica cuando se da en y desde el Ciberespacio.
La violencia digital se transforma en una serie de actos, deliberados o no, que se dan en y desde el Ciberespacio, pudiendo afectar la realidad física, la digital o ambas en las personas, y producen daño, malestar, humillación, sentimientos negativos desarmonizando la salud digital, la salud física y la salud mental de los seres humanos, que puede incluso terminar en la pérdida de la vida. Este tipo de violencia es mucho más asertiva, global y determinante que la violencia física, no distingue géneros, actuación o está tipificada en algún estereotipo. En Paraguay, los niños acceden a violencia digital a los 4 años, teniendo en cuenta que acceden a smartphones desde los 2 años. En el ingreso a la vida escolar se maximiza este contacto y podemos notar que, desde el jardín y prejardín a los 5 o 6 años, los niños van a tener contacto con hechos de violencia digital en pornografía que les llega por memes y stickers en WhatsApp, en hechos, tratos y palabras, que les llega por videojuegos que no son apropiados para su edad, y en contenido condicionado que les es proporcionado por sus compañeros mediante enlaces en consolas de juegos, en redes sociales y en mensajeros.
Para cuando cumpla 12 años, un adolescente en Paraguay, va a haber pasado, desde su ingreso a la realidad digital, unas 10.000 (diez mil) horas en promedio, frente a las pantallas conectadas, frente a las 7.500 (siete mil quinientas) horas en promedio, que el sistema escolar le habrá dado hasta esa edad.
En el mundo adulto, la violencia digital recrudece y aparecen figuras como los “trolls” o los “haters”, odiadores seriales en el Ciberespacio que se encargan de llevar adelante los inicios de los linchamientos digitales por lo general cuando algún internauta tiene el atrevimiento de ir en contra de lo que está “normalizado” para la sociedad, sin importar si eso está bien o mal.
En este contexto, no olvidemos a los ciberdelincuentes y a las plataformas, que tienen el otro porcentaje de generación y distribución de violencia digital, de desinformación, validando altos procesos sociales educativos, que pueden llegar a desembocar en verdaderos estallidos cuando las cadenas repetitivas de fake news hacen su trabajo.
Y si algo le hace falta a esta ensalada física y digital es la aparición de la Inteligencia Artificial en forma de consumibles con apariencia de juegos, para que la humanidad completa se vuelque a su entrenamiento a cambio de un poco de conocimiento. La Inteligencia Artificial puede crear realidades con las personas sin que estas hayan estado allí y eso va a marcar un nuevo punto de partida para nuestras relaciones humanas.
Al cierre de este artículo, se habla de un grupo de investigadores en China que están documentando un proceso que habían publicado ya a inicios del 2023 sobre cómo romper el cifrado del algoritmo RSA, el más usado en todo el mundo, mediante computación cuántica, y de ser cierto, esto va a acabar con la seguridad así como la conocemos. Fuente:
Detengámonos un momento a tomar aire, releer todo lo anterior y vamos a darnos cuenta que ese proyecto de ley presentado por la senadora Zenaida Delgado es una mala idea, queda absolutamente obsoleto cuando se entiende lo que es la digitalidad y se suma a la larga lista de legislación sobre tecnología que le hemos dado a Paraguay sin tener un marco legal general como una Ley de Protección de Datos Personales. No podemos seguir creyendo que la tecnología, más aún la tecnología invasiva, va a resolver los problemas que tenemos pero que no entendemos.
Claro que queda el problema de la libertad de expresión, garantizada en la Constitución Nacional, pero nuestro sistema de justicia habla de la responsabilidad ulterior, con lo cual, si funcionara todo como debiera, siempre deberíamos poder responsabilizar a los violentos digitales por sus acciones dañinas.
La historia nos demostró que muchas plataformas sin regulación mueren. Las plataformas, de hecho, tienen autorregulación (guiño, guiño) en las condiciones de uso que nadie lee, y no vendría mal que repensemos los alcances de tanta digitalidad en una sociedad ciberadicta y que no es capaz de chequear las fuentes de la información que consume y distribuye.
Como sea, el trabajo es arduo, requiere consenso, discusiones sociales y que se fomente la capacitación digital en todo el país, a todas las personas, por lo que es como mínimo irresponsable pretender que todo ese proceso quepa en un desnutrido articulo de una ley.
Como diría Shakespeare: “el resto es silencio”.