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Saltos del Guairá, su capital, logró en los últimos años imponer su cara de “ciudad comercial tranquila” dejando a su sombra su pasado de “capital del cabrito” (autotráfico) y otros crímenes que le caracterizaron en su momento.
De hecho, siendo la cabecera departamental y con la intensidad de intercambio con el Brasil, muchos negocios ilícitos también se mimetizan entre lo legal, pero resulta casi imperceptible por el rigor impuesto por una población que cuida y mezquina la imagen de su patria chica.
Sin embargo, algunas “señales” que se han dado en los últimos tiempos causan mucha preocupación. El asalto tipo comando de un transporte de mercaderías sucedido en Nueva Esperanza, la quema de un ciudadano en su propio vehículo en Curuguaty, homicidios diversos en la zona de Villa Ygatimí, en la reserva del Mbaracayú y alrededores y, por sobre todo, la presencia de hombres armados en Saltos del Guairá, no provocan buenos presagios.
Al mismo tiempo crece de nuevo el trafico de vehículos robados del Brasil, asaltos cometidos por bandas paraguayas en territorio brasileño. Incluso se ha detectado la presencia de traficantes peligrosos que tratan de anidarse en ciudades importantes y serias como Katueté y Nueva Esperanza.
La serie de señales claras de una avalancha del crimen organizado sobre ciudades y territorios de Canindeyú, que hasta hace poco seguían al margen de los bárbaros, debe ser planteado con crudeza ante los responsables de la seguridad del nuevo gobierno, antes que sea muy tarde.
Canindeyú, tierra de inmigrantes y paraguayos, que con gran sacrificio lo van convirtiendo en una poderosa región productiva, no puede sucumbir ante la mafia que solo ofrece muerte, desasosiego y pobreza a la gente.