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Ellas se sumaron a otras que ya estaban en curso, como la que coincidentemente presentó horas antes el Ministerio de Educación, ante la solicitud de los directores de colegios públicos, para intentar controlar lo que llevan los alumnos a clases dentro de sus mochilas.
Así había sido presentada esa mañana la propuesta de las “mochilas transparentes” como un paliativo ante el aumento del consumo de drogas y la portación de armas blancas, o incluso de fuego, dentro de las instituciones.
Luego del crimen de una maestra a manos de uno de sus alumnos dentro del aula y frente a sus demás compañeros en un colegio nacional del distrito de Independencia, hubo gente que propuso colocar escáneres en cada escuela y colegio del país, o que incluso haya policías cateando a cada uno de los más de un millón de estudiantes que acuden diariamente a estudiar a nivel nacional.
Eso sin mencionar las propuestas de condenas mucho más altas para este tipo de crímenes cometidos por adolescentes, en medio del intento de buscar explicaciones y responsables sobre la tragedia que se acababa de desatar en un aula de clases.
Es lo que se conoce como nivel coercitivo de intervención en la educación, nos explicaba el especialista Luis Fernando Ramírez en una entrevista en la 730AM; crear leyes, castigar y reprimir ya son el último eslabón, argumentaba, enfatizando en que este tipo de propuestas solo responden a un pensamiento simplista.
La mochila ya es el último eslabón, alegaba, es como pensar que algo hay que hacer pero no sabemos muy bien qué.
“Estamos viendo la punta del iceberg” explicó, hay que mirar intensamente lo que hay bajo el agua para entender que la escuela no es diferente de lo que se vive en la sociedad, es un espejo de lo que ocurre en la convivencia diaria.
“Formamos parte de una sociedad que resuelve sus dificultadas con la eliminación del otro” desarrolló la idea, recordando que además niños y adolescentes tuvieron que soportar además dos años de encierro por la pandemia, lo que contribuyó a multiplicar los casos de depresión infantil y adolescente.
A ello se agrega la virtualidad, que nos vuelve más fríos en incapaces de valorar la vida del otro al ser desplazadas la convivencia y la conversación, dos elementos centrales en el proceso de educación del ser humano.
Eso es lo que se debilitó, nos decía el especialista, recordando que la responsabilidad comienza en la casa, esa que creemos es la principal escuela de la vida.
Claro que un control de mochilas o un cateo al estudiante son elementos que desalientan al menor infractor, que minimizan riesgos para el resto, que sirven como paliativos, y que obligan a quien tenga ideas de transgredir las normas, a desarrollar otro tipo de estrategias para hacerlo.
Pero la convivencia y la conversación no se consiguen en un mundo multipantalla de celulares, tabletas, notebooks y televisores, se consiguen con el otro, y a través del otro.
He aquí la principal responsabilidad de quienes trajimos hijos al mundo.