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Las históricas carencias del sistema público de salud se resumieron en el denigrante y criminal trato a Rossana, madre de 32 años, que lamenta principalmente que su bebé haya nacido “en las peores condiciones”, en el Hospital Nacional de Itauguá. El pequeño está internado en terapia intensiva.
Rossana tuvo acompañamiento médico durante toda la gestación. Estando de 8 meses estuvo internada y después, con amenazas de dar a luz antes de tiempo, fue y volvió al hospital varias veces. En la madrugada del jueves, llegó al centro médico alrededor de 1 hora antes de que se produjera el alumbramiento en el pasillo. Sabiendo todos los antecedentes, la abandonaron a su suerte.
Pero Rossana no es la única. Ayer, sábado, una adolescente de 17 años dio a luz en el pasillo del Hospital Distrital de Hernandarias, sin ninguna asistencia. La abuela tomó a su nieto en brazos para que no cayera al suelo.
Y es que toda la cadena organizacional del sistema público de salud, hasta el ministro, Julio Borba, son responsables de lo que está pasando, porque no priorizan mejorar los hospitales. Tienen otros intereses.
Prueba de ello es la Coordinadora Colorada del Sistema Nacional de Salud, destinada a garantizar los votos de todo los funcionarios, desde el camillero hasta el ministro, por la Lista 1, del Partido Colorado, principal responsable de esta crisis sanitaria.
La calamitosa atención en los hospitales, ¿a quién beneficia? En uno de sus deslices, Santiago Peña, candidato a la Presidencia por la Lista 1, arrojó una pista: “El Ministerio de Salud tiene que ser solamente el órgano rector de la salud pública. Él no debe tener a su cargo hospitales y médicos. Entonces, el Estado lo que contrata es un servicio, el servicio de atención médica”. Comparó al sistema de salud con el financiero.
Y sí, la precarización del sistema público le da ventajas a la salud privatizada. Convierte un derecho humano en un lujo inalcanzable para aquellas personas que, como Rossana y la joven de 17 años, terminan dando a luz, humilladas, arriesgando sus vidas y las de sus bebés, en el frío y sucio piso de un desalmado hospital público.