Cristo, Fuente de agua viva

El Evangelio muestra una autorrevelación de Jesús, es decir, Él va manifestando progresivamente su identidad, y lo hace a través de una comparación significativa para todos los seres vivos: el agua.

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En un mediodía caluroso hay un encuentro con una mujer de Samaria, junto a un pozo, y Él le pide de beber. Ella extraña que un judío le dirigiera la palabra, pues eran pueblos que se evitaban mutuamente, además “no era recomendable” para un rabino hablar con una samaritana.

Jesús estaba fatigado por el camino y también sediento, pues el territorio era desértico. De esta forma aparecen elementos claves de enseñanza y de revelación de su personalidad: desierto, camino, sed, pozo, agua, diálogo y superación de prejuicios.

Cuando el Señor le dice a ella: “Dame de beber” nos ponemos delante de una figura muy expresiva, pues no se trata solamente de la sed física, para la cual basta tomar un litro de agua y listo, sino que manifiesta que Él tiene sed de otras cosas, de que nos acerquemos más a Él y le correspondamos de modo fiel.

No es difícil de caracterizar el anhelo del corazón humano, que es tener paz, salud, prosperidad y afecto; sin embargo, lo difícil es satisfacerlo, ya que mezclamos trigo y cizaña y tenemos algunas virtudes, junto con pérfidos vicios.

Jesús le comunica una expresión que nos llena de esperanza, siempre y cuando tengamos sed de Cristo, fuente de vida: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice ‘Dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido, y Él te habría dado agua viva”.

Todos entendemos lo que representa el agua para la vida, pero el Señor usa una expresión mucho más penetrante, que es “agua viva” y luego agrega que quien toma de esta agua, nunca más volverá a tener sed.

La tentación del ser humano es hacer como la samaritana: pedir al Señor que nos dé agua constantemente, de modo que no sea necesario volver al pozo para quitarla. En otras palabras: que Él resuelva nuestros problemas, que no nos indique ningún comportamiento moral y que no nos moleste con la necesidad de ser más solidarios con los demás.

Jesucristo será fuente de agua viva para nosotros si tenemos realmente sed de encontrarlo y caminar a su lado, lo que implica en querer conocer el don que el Padre nos ofrece, adorarlo en espíritu y verdad y afirmar, como Él: “Mi comida es hacer la voluntad de Aquél que me envió y llevar a cabo su obra”.

Paz y bien

Hno. Joemar Hohmann - Franciscano Capuchino

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