Intervención “yanqui”

Estos odiados yanquis se meten en todo en nuestro país, según la izquierda ... y según la derecha. Depende de cómo viene la mano para que moleste a unos o a otros.

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En algún momento de nuestra historia reciente, escuchábamos que los Estados Unidos hasta iban a enviar su famosa Sexta Flota, lo que no recuerdo si era para defender a Stroessner o para ayudar a derrocarle. Ya quisiera ver a sus buques encallando más abajo de Pilar. Luego, estuvo de moda la denuncia de que construyeron un enorme aeropuerto en Mariscal Estigarribia, para desde allí operar mejor con sus aviones y dominar el surcontinente. En verdad hay una gran pista de aterrizaje allí, pero lo más probable es que Stroessner lo haya pensado con fines más domésticos, como por ejemplo poder ir en todo tiempo a cazar en el Chaco con sus amigos. Después, escuchamos que los Estados Unidos estaban planeando escamotearnos el agua de nuestro Acuífero Guaraní, pero esta versión perdió peso desde que alguien en Washington salió a explicar que desalinizar el mar les saldría más barato y más seguro que llevar agua desde 7.500 km. de distancia.

La verdad es que la cuestión de la intervención estadounidense en nuestro país estuvo siempre rodeada de una gran hipocresía por parte de nuestros políticos, de cualquier pelaje. Reaccionan según su conveniencia. Cada presidente que asumía tenía como mayor sueño ser invitado o entrevistarse, aunque sea por algunos minutos, con el jefe de Estado norteamericano, y si ello se producía le daba mucha difusión. Pero apenas llegaba alguna crítica del norte o una denuncia de arbitrariedad, se trataba de una “intervención en nuestros asuntos internos”. En tal sentido, recordemos que en 1993, el entonces embajador de Estados Unidos en Asunción, Jon Glassman, criticó algunos cambios realizados en la Senad, lo que motivó una dura reacción del entonces presidente Juan Carlos Wasmosy, lo cual no fue obstáculo para que el primer mandatario una noche fuera a refugiarse en la Embajada estadounidense durante una crisis interna. Se afirma también que durante el “golpe de San Blas”, el fallecido exvicepresidente Luis Argaña se encontraba en Estados Unidos, “por las dudas”, probablemente.

En la primera época de la dictadura de Stroessner, la relación con Estados Unidos era fluida. Los militares iban a la famosa Escuela de las Américas, que funcionaba en Panamá, muy cuestionada por la izquierda que sostenía que allí se los entrenaba para la represión. La cosa cambió cuando hacia fines de la década del ‘70 asumió Jimmy Carter como presidente de Estados Unidos y comenzó a fomentar la democracia en el Continente. Le sucedió Ronald Reagan, quien siguió su política, y fue muy recordado su embajador Clyde Taylor, que tuvo fuertes enfrentamientos con la dictadura. Al respecto, un agasajo que le brindaban integrantes de la organización “Mujeres por la Democracia” fue atacada con bombas lacrimógenas por la policía stronista, y Taylor tuvo que salir escoltado por los “marines” asignados a su Embajada. Ante la dura protesta del Gobierno estadounidense a raiz de este hecho fue que se produjo la grotesca amenaza que lanzó el tenebroso ministro del Interior de la época, Sabino Montanaro, de que tenía listas “bombas coloradas” para defender al regimen. Aquel escándalo también motivó reacciones de repudio contra la dictadura de parte de los “contestatarios” paraguayos, como se les decía a los opositores. Entre estos militaba entonces Juan Carlos “Calé” Galaverna y se decía que hacía buenas migas con la Embajada de la Avda. Mariscal López, quien probablemente aplaudió a Taylor como ahora cuestiona a Marc Ostfield y a su Gobierno.

Es que, con frecuencia, son los políticos de todos los colores quienes golpean las puertas de la Embajada para presentar alguna que otra denuncia que no encuentra solución local. ¿Para qué lo hacen? Seguramente pidiendo alguna manifestación pública del Gobierno estadounidense. ¿No están pidiendo así la “intervención” de ese país?

Estos casos demuestran la falsedad, la falta de solidez (por no decir honestidad) de varios de nuestros políticos. No son coherentes ni a la hora de protestar.

cespedes@abc.com.py

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