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Quinto Horacio Flaco, tal su nombre, nació el 8 de diciembre del 64 antes de Cristo en un pueblo cerca de Roma. En su juventud visitó Atenas, donde consolidó su formación. Tras el asesinato de Julio César (44 a C), se unió al ejército de Bruto, uno de los asesinos. Derrotado dicho ejército, Horacio cayó preso, pero fue amnistiado.
Conoció luego al otro gran poeta romano, Virgilio, quien lo presentó al riquísimo Cayo Mecenas, protector de poetas y artistas (de ahí el término mecenazgo). Mecenas introdujo a Horacio en la corte de César Augusto (Octavio), emperador que se volvió admirador del poeta. La grandeza de Augusto se debió a que supo rodearse de pensadores e intelectuales. Horacio, inteligente él, nunca abandonó la protección del imperio. Una lección para todos los horacios del mundo.
En Atenas, Horacio había aprehendido un concepto de los antiguos pensadores griegos, areté, que podría traducirse como la excelencia lograda gracias al estudio. Así, se adquiría la capacidad de pensar, hablar y actuar con éxito. Se trataba de alcanzar la excelencia en la política al convertirse uno en ciudadano ejemplar. El areté exigía una virtud esencial para llegar a la excelencia: la prudencia. Esta es otra lección de Horacio para todos los horacios.
Poeta visionario, en su poema titulado Acuérdate de conservar una mente tranquila, nos recordaba: “Todos terminaremos en el mismo lugar. / La urna da vueltas para todos. / Más tarde o más temprano ha de salir / la suerte que nos embarcará / rumbo al eterno exilio”. A más de uno estos dos versos últimos les meterán algún miedo.
Horacio era de complexión menuda y él mismo se describía como “gordo y pulcro”. Tuvo fama de saber honrar a Baco y a Venus, y Suetonio, el historiador, hablaba del “insaciable apetito sexual” del poeta. El propio Augusto lo calificó de “hombrecillo lujurioso”.
La obra de Horacio es extraordinaria. El Renacimiento y el Siglo de Oro español le deben mucho a su talento. Todo gran escritor sintió su influencia.
Muchos repiten ¡carpe diem!, su célebre frase, pero pocos saben que la creó él, Horacio, como título de un poema en el que sostiene: “Mejor será aceptar lo que venga, / ya sean muchos los inviernos que Júpiter / te conceda, o sea éste el último…”.
Y finaliza diciendo: “Vive el día de hoy. Captúralo. / No fíes del incierto mañana”.
Horacio jamás dejó el amparo del imperio de Augusto. Aun así no se fiaba del mañana. Y menos deben fiarse del futuro cercano quienes tienen al imperio en contra.
Carpe diem mientras puedan, aconseja el admirable Horacio, el poeta.