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Dejando de lado las motivaciones que poseen los yankees para estar detrás de dos figuras importantísimas para la ANR, lo enunciado por el embajador Marc Ostfield coincide plenamente con publicaciones periodísticas que tienen años de difusión y con el trabajo inmenso que realizaron los miembros de la Comisión Bicameral de Investigación de Lavado de Dinero y Delitos Conexos, presidido por el senador Jorge Querey.
La verdad es que los dichos del embajador yankee no sorprenden a nadie, ni siquiera para seguidores de Horacio Cartes, que ya están lo suficientemente anestesiados como para que les cause incomodidad tener a un mburuvichá metido en ilícitos. Pero lo detallado por el diplomático estadounidense no deja de ser útil para hacer un ejercicio que ayude a pensar el poder, el Estado y cómo el dinero está llevando la ventaja frente al quehacer político que destacaba a los partidos tradicionales.
Según los yankees, Horacio Cartes modificó las normativas internas de la ANR para ser candidato a presidente y pagó a congresistas antes, durante y después para que respalden sus antojos. Para las personas que miran con desesperanza la política, construir una carrera como lo hizo Cartes, con plata, es algo común, regular y corriente en Paraguay. No obstante, la política como medio para transformar la sociedad (o para sacar un beneficio particular) antes se practicaba con un poco más de militancia y un poco menos de plata.
La llegada de Cartes a la política trajo consigo una filosofía diferente a la forma de construcción colorada, que no desplazó al seccionalerismo, lo adoptó y lo conjugó con el pensamiento más patronista empresarial, propio de los capitalistas fraudulentos. Ese relato expedido por Ostfield refleja todo eso que los analistas mainstream dicen: falta de institucionalidad, impunidad, etcétera, etcétera. Pero el problema va más allá de la cooptación ejercida por Cartes. Los sobornos a congresistas y la utilización del Estado para resguardar, facilitar y expandir negocios son acciones propias de la voracidad de los oligarcas, propias de nuestro modelo económico y propias del régimen autoritario en el que vivimos, donde el tirano es el capital.
Coloquialmente hablando, Cartes fue parido por nuestro modelo y su causa eficiente fue el Partido Colorado. En la llanura, los dirigentes del partido comprendieron que para sostener el modelo había que incluir a un multimillonario en la ecuación, para luego orquestar un golpe parlamentario, que al parecer podría haber sido motivado con dinero, si es que tomamos las últimas declaraciones de senadores como el ya mencionado Querey o Fulgencio Rodríguez, quienes afirman que algunos legisladores fueron pagados para acompañar el juicio político a Fernando Lugo.
Ya con Cartes en el poder, tal cual dijo Ostfield, el Estado comenzó a moldearse según las necesidades del “empresario exitoso”. Nos decía el abogado Pedro Ovelar en su conferencia de prensa, con tono desafiante, que le nombremos una sola ley que haya favorecido al expresidente durante su Gobierno. En ese momento solo le recordamos la enmienda, pero por falta de tiempo, porque material hay de sobra ¿No logró el cartismo atajar los intentos para establecer una buena legislación sobre los conflictos de intereses? ¿No se resistió acaso cuando se planteó incluir a tabacaleras y clubes de fútbol como sujetos obligados a reportar operaciones sospechosas de lavado? ¿No evitó que se grave más al tabaco y bebidas alcohólicas?
Personalmente no me declaro un admirador de las medidas y posiciones que se toman desde el Departamento de Estado, sin embargo, lo “revelado” por el señor Ostfield nos vuelve a dar una oportunidad para recordar el prontuario del ex presidente y reflexionar sobre las decisiones que hay que tomar antes de ir a las urnas o para salir a resistir en las calles.