Abrázame y no me digas nada, solo abrázame

Cada cinco años los colorados celebran el “abrazo republicano” como ritual que precede a una victoria electoral de la ANR. Este abrazo sucede entre rivales que en las internas se lanzan estiércol, pero que luego se necesitan para asegurar el poder y seguir enriqueciéndose a costa del país.

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Pocas veces les falla esto. Cuando algún jerarca, maltrecho por la carga estercolera recibida, se abstiene del abrazo, envía a sus “representantes” para que acontezca el rito. Los carmesíes establecieron ese jueguito de dividirse en oficialismo y oposición según qué cacique mande. Es, como decía el pícaro Luis María Argaña, “una pelea de gángsters”. Oportunamente se juntan para compartir el botín hasta que la codicia los separa.

El repertorio es conocido, pero los colorados no tienen impedimentos para seguir aceitando su maquinaria que destroza instituciones y encarece elecciones. La oposición está difusa y entumecida, y la ciudadanía se halla cada vez más alejada de la política. Los colorados dominan el escenario e imponen reglas. Pueden abrazarse y desabrazarse cuando se les cante.

Hasta ahora no hay certeza de que la Concertación pueda movilizar la fuerza electoral necesaria para ganar en abril. Ni siquiera logra captar la agenda mediática, más allá de discusiones por votos para senadores.

La Concertación no comunica. O no lo hace con la intensidad que requiere una lucha tan trascendente. Y uno puede sospechar que no lo hace porque no tiene nada que comunicar. ¿Algún esbozo de proyecto país? ¿Alguna idea económica? ¿Cómo piensa afrontar una negociación sobre Itaipú? ¿Tiene un Centro de Ideas sobre salud, educación o asuntos como el transporte público urbano?

A los colorados no les interesa hablar de programas porque no los necesitan. Ellos cuentan con su aparato electoral aceitado por la plata fácil, la adhesión emocional todavía existente en sus bases y el peso disuasivo que ejercen sobre el funcionariado insuflándole el miedo a perder su puesto en caso de una derrota en las elecciones.

En cambio, la Concertación no tiene una estructura suficiente. Para movilizar a un electorado importante, como la clase media, por ejemplo, necesita exhibir alguna disposición básica sobre cómo enfrentará los problemas que se agigantan en la República.

Mi amigo Víctor Raúl Benítez, economista que sabe aplicar los números sobre una visión holística del país, elaboró un informe titulado “Las 15 bombas de tiempo que van a explotar en las manos del próximo presidente”. Es aterrador e iremos hablando de ello próximamente. Por de pronto, Víctor nos recuerda que la deuda pública actual es de 14.450 millones de dólares, de los cuales más de 10 mil millones son herencia de Cartes y Abdo juntos en los últimos dos períodos. Esto, más el déficit fiscal, el malgasto público, la evasión impositiva y otros explosivos, hará del Sillón de López un asiento no muy cómodo.

Leo el informe de mi amigo Víctor, veo a los colorados estrecharse, y me zumba una edulcorada canción: “Abrázame y no me digas nada, solo abrázame”.

nerifarina@gmail.com

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