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Muy pocos son los privilegiados que salen indemnes de este escenario. Se aceleran y multiplican las crisis, pero no la restauración del orden perdido. Para la mayoría, la recuperación es lenta, en el mejor de los casos, si es que llega. Todo este marco de acción es nuevo para los líderes, que deben enfrentar un contexto sin la experiencia previa suficiente en este tipo de ambientes sociales incontrolables. Es lógico que por todo ello los líderes tiendan a ejercer un estilo de liderazgo instintivo, que centra sus fuerzas en la supervivencia. Es un patrón que hemos aprendido desde pequeños: estar atentos a estímulos negativos precisamente porque pueden ser peligrosos y perjudiciales para la seguridad personal y la consecución de nuestros objetivos. Este patrón influye en el hecho de que los empresarios respondan de manera más rápida -contundente e inflexible- a cualquier escenario negativo o riesgoso con el fin de garantizar una razonable protección de sus intereses.
Este liderazgo instintivo, que prioriza la supervivencia, requiere de elevados niveles de inteligencia, percepción y orientación a la acción. Sin duda es meritorio lograr la supervivencia y es incuestionable su necesidad en determinados momentos concretos, pero tiene un problema grave cuando se convierte en el patrón recurrente de comportamiento: fácilmente esta manera de actuar se convierte en una obsesión, haciendo que la mayoría de los recursos, el tiempo y el conocimiento de los líderes se agote resolviendo problemas, superando obstáculos, anticipando peligros (reales o imaginarios), enfrentando las posibles amenazas, es decir, al final la organización destina lo más valioso que tiene (el talento, el entusiasmo y el empuje de sus líderes) a enfrentar la negatividad existente entorno al negocio.
Considero que el patrón de comportamiento descrito anteriormente ignora, sin querer, un hecho irrefutable: es posible crecer en la adversidad, lograr incluso resultados extraordinarios, desde un management diferente, que actúa desde lo más positivo y valioso que hay en el mundo y en el ser humano. En mi experiencia como asesor de empresas, he sido testigo de cómo es posible lograr una desviación positiva del rendimiento de las organizaciones, cuando se abandona el patrón instintivo centrado en la negatividad y se enfrentan los retos del negocio desde las fortalezas, las motivaciones, el potencial creativo, las emociones funcionales, los valores y, por encima de todo, desde el paradigma de la abundancia.
Por eso, en una conferencia que dicté esta semana en la Asociación de Empresarios Cristianos del Paraguay (ADEC), centré mi intervención en destacar la necesidad de ser líderes positivos. Siguiendo a Kim Cameron, compartí cinco consejos que considero de máxima actualidad, que quiero poner a consideración de los lectores que quieren probar un estilo de liderazgo diferente, positivo:
- Desintoxique su organización (empresarial o familiar) desde una visión holística: cuerpo, mente, espíritu;
- Cree una nueva cultura de la mirada apreciativa;
- Formule una estrategia basada en las fortalezas y oportunidades, que incida en lo que la organización quiere ser, no en lo que fue;
- Recalque la trascendencia del propósito: lo que hacemos tiene un sentido y una finalidad que debe ser clara, concreta, comprensible, compartida y comunicada;
- Innove en la estrategia motivacional, en la estructura de incentivos: premiar el mérito, el legado, a las personas que integran o hacen incrementar el valor de la organización que lideramos.
Estos consejos son fruto de la práctica, de la experiencia. Usted puede pensar que sirven o no. Pero es mejor quitarse la duda e intentarlo. Es solo un consejo, una invitación: ¡es posible un liderazgo diferente!
@pabloalamocoach