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Uno de los grandes desafíos que se han impuesto los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es acabar con el hambre en sus países. Y para lograrlo, entre otras cosas, se requiere manejar información estructurada y actualizada.
Por ejemplo, cada país tiene que poder y tiene que medir el estado de inseguridad alimentaria de su población, considerando que el Derecho a una Alimentación Adecuada es uno de los Derechos Universales Básicos de la humanidad.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) tiene la gran responsabilidad de generar la información que Paraguay necesita para avanzar como un país próspero. El Instituto ha logrado llevar adelante varias iniciativas para disponer de información importante, que permite conocer al respecto de los indicadores relacionados con el hambre, la alimentación, nutrición, pobreza, y demás, vinculados a los Objetivo de Desarrollo Sostenible que la FAO custodia.
Para contar con información de manera rápida y comparable entre países y regiones, la FAO ha desarrollado la Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria, que el INE incorporó en la Encuesta Permanente de Hogares en el 2021. Los primeros resultados del estudio, presentados el 20 de mayo pasado, ahora forman parte de la información estructural necesaria que pone por primera vez en contexto estadístico esta problemática, y que podrá servir para evaluar y ajustar las políticas públicas.
El informe muestra que, en el tercer trimestre de 2021, el 24,6% de los hogares experimentaron inseguridad moderada o grave en los últimos 12 meses (en un contexto de pandemia), pues tuvieron que reducir la cantidad y/o la calidad de los alimentos que consumieron. Del total de hogares, el 5,3% experimentó inseguridad alimentaria grave, ya que al menos uno de sus miembros dejó de alimentarse un o más días, por falta de dinero u otros recursos para obtener los alimentos.
En el estudio “El Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Mundo”, publicado por la FAO en el 2021, se verifica que, a nivel global, la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó a 30,4% de la población, y la inseguridad alimentaria grave, a 11,9%. En América Latina y el Caribe, este valor llegó a 40,9% y 14,2%, respectivamente. Estos valores se han venido incrementando desde el 2014.
Lejos de entusiasmarnos por tener niveles más bajos de inseguridad alimentaria en el país a los mencionados anteriormente, debemos mantener la preocupación pues, por falta de dinero para adquirirlos, uno de cada cuatro paraguayos está comiendo una menor cantidad de alimentos o alimentos con menor calidad a los necesarios para tener una vida física e intelectualmente activa. Además, uno de cada veinte ha dejado de comer, un o más días. Mientas tengamos familias en esta situación, debemos mantener la preocupación y una atención especial, para solucionar este problema.
Otros datos de inseguridad alimentaria moderada o grave del país indican que los hogares rurales sufren más inseguridad que los del área urbana (28,5% y 22,1%, respectivamente); y que también se manifiesta la brecha entre hombres y mujeres, pues en los hogares que tienen como jefe de hogar a una mujer, la inseguridad es mayor (28,9%) que en aquellos en los cuales tienen como jefe de hogar a un hombre (22,2%). Además, se desprende que el 48,4% de los hogares pobres están en inseguridad alimentaria moderada o grave, y el 12,9%, en situación grave.
El resultado logrado con la evaluación del estado de inseguridad alimentaria del Paraguay, evidencia una transición significativa en la comprensión sobre la importancia de la alimentación y nutrición; en el sentido que se asume el compromiso y la necesidad de medir el nivel de cumplimiento de un Derecho fundamental de la población. Brinda, además, herramientas para que la población pueda reclamar, con datos, su derecho fundamental, que es tener una alimentación adecuada.
Podemos considerar que, con los datos recabados por el INE en la encuesta, la información se encuentra sobre la mesa; y con esto, se podrán tomar las decisiones más adecuadas en el proceso de formulación de las políticas nacionales para lograr, cuanto antes, el objetivo de alcanzar “hambre cero”.