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Los abusos sexuales históricamente se han “normalizado”, se han callado y permitido. Según los profesionales esto ha generado una cultura de abuso que está instalada en nuestra sociedad, como un verdadero cáncer del cuál cada vez es más difícil deshacernos.
En los últimos años se destaca la mejora en cuanto a denuncias por terceros, conforme a registros del Ministerio de la Niñez y Adolescencia, lo que ha permitido a auxiliar a miles de niños que estaban siendo sometidos.
A pesar de los esfuerzos, los resultados no son suficientes, los casos no cesan y cada vez las cifras se van abultando. Las campañas de prevención mantienen una fuerte línea hacia la víctima, de cómo detectar casos, de alertar a los menores de edad de qué cosas son normales y cuáles atentan contra su integridad.
No cabe dudas de que estas campañas son imprescindibles porque permiten auxiliar a las víctimas, casi siempre es tarde pero sirve para cortar con el martirio de miles de niños. No obstante, hay un aspecto poco abordado y, hasta si se quiere, evitado. Este aspecto es el abordaje de los victimarios, que se reduce en el castigo, una vez consumado el hecho, es decir así como se hace campaña para evitar ser víctima se necesita también apuntar a los potenciales victimarios.
Si lo que se pretende es reducir el drama o evitar que siga ocurriendo es más que necesario poner sobre la mesa este aspecto. Nadie nace abusador. Necesitamos determinar en qué estamos fallando como sociedad y qué hace que miles de personas se conviertan en abusadores y corregir, o en su caso, minimizar esta falla.
Esto no implica justificar ni dejar de sancionar a los abusadores, sino ofrecer una mejor educación sexual, dejar de lado los tabúes y mejorar los canales de comunicación con los niños y jóvenes, para proveerles de información necesaria conforme a la etapa de cada grupo.
Si no hacemos nada por reeducar a las nuevas generaciones, de cortar con la cultura de los abusos, seguiremos lamentado los casos, llegando tarde en muchas ocasiones pues, una vez consumado, los daños son irreversible y por más difícil que puede resultar debemos centrarnos en los potenciales abusadores.