Instrucciones para entregar la libertad

“Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque no era socialista. Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque no era sindicalista. Después vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque no era judío. Luego vinieron por mí, y ya no quedaba nadie que pudiera defenderme”.

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Este es un conocido texto atribuido erróneamente al maestro del teatro alemán Bertolt Brecht, pero que en realidad pertenece al pastor luterano alemán Martin Niemöller, y que graficaba el silencio cómplice de gran parte de la sociedad alemana ante el nazismo.

Siete décadas, casi ocho, pasaron de la caída del nazismo y el fascismo en Europa y a pesar de que por momentos parezca garantizada, aún hoy es un imperativo de todos los días el de defender nuestra libertad. Todos los días se libran batallas en todo el mundo, donde a pesar de las condiciones globales, de la comunicación en tiempo real, los pueblos luchan por mantenerse o conseguir su libertad, contra tiranos de derecha o de izquierda, de arriba o de abajo, de todos lados, que intentan por métodos, “democráticos” y no tanto, cercenar sus libertades.

Esta semana la cerramos con una propuesta legislativa que desde muchos puntos de vista no se apega a lo que como sociedad conseguimos entre el 2 y 3 de febrero de 1989 (estamos a menos de un mes de cumplir 33 años), cuando a duras penas y con muchas vidas jóvenes sacrificadas conseguimos desterrar la larga dictadura de Alfredo Stroessner.

Desde el inicio de la pandemia seguimos, guiados por el miedo, la receta perfecta para entregar nuestra libertad. Alentados por nuestros políticos, expertos en la materia, le entregamos dinero, sin control, y nuestros derechos más elementales porque era “imperativo” entregar la libertad para salvar la vida.

No soy antivacunas, al contrario, soy defensor de la ciencia, del progreso, del conocimiento. Sufrí cómo la inmensa mayoría de los paraguayos la pérdida de seres queridos y viví en carne propia la agresividad del virus maldito. No es un invento, no es un cuento, es real, mata.

Pero también fui testigo de primera línea de cómo 16.000 paraguayos entregaron la libertad con la excusa de salvar la vida y murieron. Murieron sin poder gritar que los estaban usando más bien como una excusa para robar.

La vacuna salva y los que están en contra, a pesar de que creo que están equivocados, tienen derecho a que sobre sus continentes físicos rija su voluntad.

Una ley que obligue a los “antivacuna” a inmunizarse quizás pueda lograr forzarlos a recibir las dosis pero no creo que ni remotamente solucione el problema de fondo, y lo que es peor, constituirá un paso más en el check list de instrucciones para entregar nuestra libertad y ya conocemos el final.

luedlo85@gmail.com

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