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Se habla de una “nueva revolución productiva” ante un gran auge de la agricultura forrajera, sistemas de riego y de renta incorporadas para sostener en alto la curva de la producción, principalmente la ganadera. Es cierto que el Chaco vive muchos y grandes cambios en todo el sector de la producción, que deben ser acompañadas de cerca con la investigación, algo que en realidad las cooperativas siempre hicieron, pero cada una por su lado. Ideagro ahora aglutina los esfuerzos y capacidades.
Surge la pregunta ¿qué pasará con los sectores vulnerables, principalmente los indígenas, que en la mayoría de los casos poseen muchas tierras, pero por ley no las pueden aprovechar rentablemente? Existen modelos de cooperación con las comunidades de aborígenes que trabajan con algunas ONG locales, con interesantes resultados en la agricultura y ganadería. Pero, muchas otras comunidades sobreviven de las migajas, de las asistencias esporádicas del gobierno central, es decir, siguen dependiendo de terceros para subsistir.
Es que no solo no logran desprenderse de la subsistencia, sino que son “presas fáciles” en los tiempos proselitistas, yendo ellos mismos a la cacería de los famosos “incentivos” electorales, los víveres repartidos por los candidatos y que no es otra cosa que abierta compra de la conciencia de los potenciales votantes.
También se habló de “ONG apocalípticos”, organismos internacionales e influyentes personas como Bill Gates, que piden comer menos carne “para salvar al mundo” de un mayor calentamiento o de titulares como “En 30 años el Chaco será un desierto”. Para contrarrestar estas campañas se debe informar, no solamente a los propios socios de las cooperativas, sino a todo el país y el mundo. Es un tema en el que se debe dar todavía un gran paso por adelante, comenzando desde el Chaco mismo.