Las batallas que precedieron a la independencia

En América toda se vivían hechos de particular trascendencia histórica en aquellos primeros años del siglo XIX.

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Desde la revolución que había estallado en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810, los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. La Junta de Buenos Aires no solo buscaba la adhesión a la revolución, sino también que se la reconociese como el poder central en el carácter de sucesora del depuesto Virrey.

Con el fin de alcanzar sus objetivos, la Junta constituida en el Plata despachó al Paraguay al coronel paraguayo José de Espínola y Peña, con la misión de invitar al Paraguay que enviase un diputado al congreso de las provincias.

El hombre elegido para esta función no era el adecuado, pues su carácter y conducta durante su residencia en el Paraguay le habían granjeado la enemistad y el rechazo de los paraguayos. Como consecuencia, su pretendida misión diplomática fue un fracaso, y no tuvo otra opción más que salir casi huyendo del Paraguay, no sin antes amenazar con una intervención armada.

Congreso General

Los más conspicuos representantes de la sociedad paraguaya de la época se reunieron en Congreso General el 24 de julio de 1810 con el fin de considerar las propuestas de los porteños.

El Congreso decidió que la provincia siguiese fiel al Consejo de Regencia, constituido en España como depositario del poder del Rey, entonces en cautiverio. En realidad, hubo otras propuestas, como la que propugnaba buscar un arreglo con Buenos Aires para evitar probables luchas armadas, y la postura radical del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, quien directamente manifestó que el poder español había caducado.

El Congreso resolvió guardar amistad con la Junta Provisional de Buenos Aires, y, además, formar una Junta de Guerra para defender a la provincia de posibles ataques de los portugueses, e igualmente de posibles represalias por la negativa a reconocer a la Junta de Buenos Aires.

La Junta de Guerra que el Congreso de julio de 1810 había constituido, decidió que el gobernador Velasco se trasladase a la otra banda del Paraná para conseguir las armas que encontrase disponibles. El gobernador adoptó varias disposiciones antes de partir, mandó desocupar el Colegio Seminario para destinarlo a cuartel general; suspendió el tráfico de comercio; equipo y pertrechó buques para guardar la boca del río Paraguay; cubrió los pasos del Paraná con milicianos sin sueldo, a expensas de los vecinos de Pilar, y confinó al Fuerte de Borbón a algunos ciudadanos y a un religioso que se habían manifestado adictos al sistema de Buenos Aires.

Luego de haber tomado las citadas medidas para la defensa de la provincia, Velasco se dirigió al pueblo de Candelaria, y dejó en la capital en su lugar al Coronel de milicias Pedro Gracia.

Mientras Velasco estaba en el interior, el 8 de setiembre llegaron al Paraguay los documentos en los que constaba la negativa de las ciudades peruanas de reconocer a la Junta de Buenos Aires. Esta noticia fue comunicada a la provincia por bando del gobernador interino, Cnel. Gracia.

Por entonces comenzaron las hostilidades contra el Paraguay, las cuales se tradujeron en restricciones al comercio fluvial. En Corrientes, por ejemplo, detenían a los buques mercantes que venían a los puertos del Paraguay, y embargaban los frutos que llevaban para la venta los pobladores del Ñeembucú.

A tanto llegaron estas actitudes abiertamente hostiles, que Velasco envió una expedición naval encabezada por el Comandante José Antonio Zavala, la cual salió el 21 de setiembre y regresó luego de 19 días con ocho barcos que estaban detenidos a una legua del fondeadero de Corrientes. Además, se dispuso que el Tte. Fulgencio Yegros ocupase con su tropa la guardia de Curupayty.

Lo que se debe rescatar de Velasco es su disposición a resistir los intentos absorbentes de Buenos Aires. Velasco, aunque por intereses personales, es decir, los del Rey de España, le negó a la Junta porteña toda superioridad sobre el Paraguay.

Por su parte, Vigodet, gobernador de Montevideo, que también resistía a Buenos Aires, lanzó una proclama el 13 de noviembre de 1810, por la cual instaba a los paraguayos a defender la libertad de la provincia.

Por su parte, la Junta Provisional de Buenos Aires no se resignaba a abandonar sus designios de someter al Paraguay.

Medios diplomáticos

Como se ha señalado, la Junta de Buenos Aires, en su empeño por someter a la Provincia del Paraguay, había apelado a medios diplomáticos. Así había enviado a Dn. José de Espínola y Peña, que fracasó en el intento de levantar a los provincianos y deponer a Velasco. Tampoco tuvo en cuenta los preparativos de la provincia para resistir cualquier agresión. Finalmente, la Junta porteña decidió el 24 de setiembre de 1810, extender los poderes que tenía otorgados al vocal Dn. Manuel Belgrano para operar inmediatamente en territorio paraguayo.

A pesar de que la Junta de Buenos Aires y su enviado sostenían que el ejército solo venía con la intención de auxiliar al Paraguay, algunos oficios del mismo Belgrano descubrían, sin embargo, sus verdaderos objetivos. Como muestra están sus propios dichos: “Quiera Dios que sea feliz, para que pueda venir con todos y entrar a la conquista de los salvajes paraguayos, que solo se pueden convencer a fuerza de balas”. Y otro: “Cuando menos necesito mil quinientos infantes y quinientos de caballería para la empresa de la conquista del Paraguay...”

Pero, al mismo tiempo que optaba por la vía de las armas, la Junta de Buenos Aires, el 27 de setiembre de 1810, decidía enviar a Dn. Juan Francisco Agüero, paraguayo residente en Buenos Aires, para instruir a sus paisanos sobre las intenciones de la Junta porteña. Entre otros mensajes, Agüero debía recomendar a los paraguayos las ventajas de unirse a Buenos Aires, y que de continuar separados, quedarían aislados y sin su comercio.

Operaciones militares

Belgrano emprendió inmediatamente sus operaciones, seguro de que en el Paraguay hallaría un fuerte partido porteño que lo apoyaría para llevar a feliz término la conquista que le habían encomendado.

Si bien algunos pocos paraguayos sentaban plaza en el ejército invasor, la gran mayoría de los nacionales se mantuvo fiel a sus jefes naturales. El mismo Belgrano confesaba que varios de sus soldados desertaban, lo que no ocurría con los paraguayos que no abandonaban sus puestos para sumarse al ejército porteño.

Desde Curuzú Cuatiá ordenó Belgrano al gobernador de Corrientes, Elías Galván, que le preparara unos 300 soldados en el Paso del Rey o de Itaty, y el 29 de noviembre les dirigió un manifiesto a los pobladores de las Misiones, ante los cuales se presentaba como el que venía a liberarlos del despotismo. Halagaba, por un lado, a los ciudadanos paraguayos para que se sumaran a su campaña, y, por otro, amenazaba a los renuentes con descargar sobre ellos la espada de la justicia. Se llegó incluso a preparar un reglamento para el gobierno de los antiguos pueblos jesuíticos, el cual fue expedido el 30 de diciembre de 1810, desde el cuartel de Tacuary.

Antes de lo señalado, a comienzos de diciembre de aquel año, específicamente el 4 de diciembre, llegó Belgrano con 1.000 hombres a la vera del Paraná, frente a la isla de Apipé. Estando allí decidió apelar una vez más a los medios pacíficos para conseguir sus objetivos. En efecto, el 6 de diciembre dirigió un mensaje al gobernador, al obispo y al Cabildo de Asunción para evitar la lucha y alcanzar la pacífica subordinación de la provincia a Buenos Aires. Al mismo tiempo, se dirigió al Comandante Pablo Thompson y a otros jefes que estaban en la orilla opuesta, instándolos a que no lo resistiesen. Blas Garay transcribe parte de aquel mensaje: “Traigo la paz –decía–, la unión, la amistad en mis manos para los que me reciben como deben; del mismo modo traigo la guerra y la desolación para los que no aceptaren aquellos bienes”.

Una vez en territorio paraguayo, Manuel Belgrano se internó en él sin encontrar mayor resistencia. Esta era, por otro lado, la estrategia de los paraguayos.

Las tropas paraguayas estaban conducidas por Dn. Pedro Gracia, Dn. Manuel Atanasio Cabañas y Dn. Juan Manuel Gamarra.

Cerro Porteño

Los porteños pudieron divisar a las tropas paraguayas desde el cerro Mbaey o Rombado, conocido luego como Cerro Porteño. El 19 de enero de 1811, a la madrugada, ambos ejércitos se encontraron. Al comienzo cundió el desconcierto en el ejército paraguayo, y los porteños llegaron hasta el pueblo de Paraguarí. Ante la confusión generada, los primeros en huir del campo de batalla fueron el mismísimo Gobernador Velasco y el Mayor Gral. Justo Cuesta. Velasco se refugió en la llamada Cordillera de los Naranjos, de donde no volvió hasta que se le comunicó que los paraguayos habían ganado la acción.

En efecto, luego de la sorpresa inicial, los paraguayos, liderados por Gamarra y Cabañas, envolvieron al enemigo y lo rechazaron luego de cuatro horas de combate. “La principal gloria de la jornada le cupo, en primer término, a D. Juan Manuel Gamarra”, señala Blas Garay. Por otra parte, la cobardía demostrada por Velasco y otros oficiales españoles, fue fatal para la causa de la corona. El prestigio de la Victoria de Paraguarí recayó íntegramente en los jefes paraguayos.

Tacuary

Luego de la batalla, el ejército porteño pudo retirarse hacia Misiones, sin oposición, pues el ejército paraguayo había quedado sin una cabeza que tomase disposición alguna. No obstante, la constante presencia de tropas paraguayas en los alrededores llevó a Belgrano a desandar el camino y volver hacia el Paraná, atravesó el Tacuary y se ubicó en una posición que creyó inexpugnable.

Mientras tanto, Velasco solo se limitó a enviar en persecución de los porteños a la vanguardia del ejército paraguayo, al mando del Capitán Fulgencio Yegros.

Aquí se libró la segunda batalla contra las fuerzas de Buenos Aires. La victoria paraguaya fue completa. Aun así, Belgrano entabló conversaciones con los jefes paraguayos y consiguió con estos la posibilidad de retirarse de la provincia y repasar el Paraná con su ejército.

Tanto la victoria obtenida en Cerro Porteño, como la alcanzada en Tacuary, fueron el decisivo aliciente para que solo dos meses después los patriotas paraguayos llevaran adelante el incruento golpe que condujo a la independencia.

FUENTES

Paraguay independiente, Efraím Cardozo, Carlos Schauman Editor, Asunción, 1987.

La revolución del 14 y 15 de mayo, Julio César Chaves, Biblioteca histórica paraguaya de cultura popular, Vol. 1, Asunción-Buenos Aires, 1957.

La revolución de la independencia del Paraguay, Blas Garay, Madrid, 1897.

Compendio elemental de historia del Paraguay, Blas Garay, Asunción, Imprenta Militar, 1928.

Estudio sobre la independencia del Paraguay, Fulgencio R. Moreno, Biblioteca clásicos colorados, Asunción, Paraguay, 1975.

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