El valor del gremio

En estos tiempos complejos y cambiantes, es fundamental detenernos a reflexionar sobre el rol de la dirigencia rural y ganadera en un Paraguay que se transforma, en una democracia que se consolida, y en un mundo donde las reglas del juego ya no son las mismas.

El valor del gremio
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El gremialismo rural ya no puede limitarse a una función defensiva o reactiva. Está llamado a ser una voz estratégica, responsable y con visión de país, que entienda que el desarrollo del sector no puede construirse de espaldas a la sociedad, sino en diálogo permanente con una ciudadanía, más informada, más crítica y más exigente.

La nueva sociedad no solo quiere saber si producimos más o mejor. Quiere saber cómo producimos, con qué impacto ambiental, en qué condiciones laborales y con qué nivel de compromiso hacia el futuro. Vivimos en una democracia más abierta, más participativa, pero también más vigilante.

Nuestros mercados también han cambiado. Las barreras que enfrentamos ya no son solamente sanitarias o logísticas. Ahora son también políticas, ambientales y geoestratégicas.

Argentina, Brasil, Uruguay y nuestros vecinos, son aliados, pero también competidores. Disputamos los mismos mercados, pero lo hacemos con estrategias distintas. Por eso, la articulación inteligente con el Estado, con la sociedad civil y con los actores internacionales es esencial.

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Quiero hacer una pausa para recordar de dónde venimos y dónde estamos.

En el año 2003, Paraguay exportó 34.477 toneladas de carne vacuna por un valor de US$ 48.306.294. Hoy, superamos 323.000 toneladas por más de US$ 1.723.000.000. Estamos entre los diez mayores exportadores de carne bovina del mundo y nuestro hato ganadero también pasó de 9 millones a casi 14 millones de cabezas.

Sin embargo, el impacto del sector rural no se mide solo en volumen de producción, se mide en la capacidad de generar empleo, arraigo, oportunidades y movilidad social.

Aunque aún persisten desafíos, también es cierto que miles de compatriotas han salido de la pobreza, en gran parte gracias al dinamismo del sector agropecuario y al trabajo colectivo que impulsamos desde nuestras comunidades rurales.

Este crecimiento no es casual. Es el resultado de políticas gremiales acertadas, de una producción cada vez más profesionalizada, y de una dirigencia que supo interpretar los tiempos y liderar el cambio.

Necesitamos gremios que no se aferren al pasado, que proyecten el futuro. Que no teman el cambio, sino que lo impulsen. Que comprendan que defender el campo es defender el empleo rural, el arraigo territorial, la seguridad alimentaria y la soberanía nacional.

Este desafío no es solo del campo ni de los productores. Es un compromiso que debemos asumir todos: dirigentes, comunicadores, legisladores, empresarios y ciudadanos. Todos estamos llamados a construir un Paraguay que produzca, que crezca, y que lo haga con dignidad y previsibilidad.

Dejemos de lado las divisiones estériles y apostemos por una visión compartida de desarrollo, que entienda que cuando al campo le va bien, al país le va mejor.

Empujar al campo no es favorecer a un sector, sino apostar por el futuro de Paraguay, que requiere unidad, liderazgo y compromiso de todos.

¡Viva el campo paraguayo!

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