Hace un tiempo empecé a notar un patrón extraño. Cuando hablaba con nutricionistas sobre la dificultad de que sus pacientes sigan un plan, escuchaba argumentos muy similares a los que me cuentan las marcas cuando una estrategia “no les funciona”.
La comparación parece exagerada, pero no lo es.
En ambos casos, el trabajo empieza mucho antes de la ejecución. Empieza en la conciencia de que algo no está funcionando como debería.
Cuando uno decide cambiar, no cuando alguien vende el cambio
Nadie contrata a un nutricionista por una dieta. Lo hace porque algo en el cuerpo, en la energía o en la rutina pide un ajuste.
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Con la estrategia pasa lo mismo. No se contrata una consultoría por un logo, un cronograma o una campaña. Se hace porque la marca perdió rumbo, foco o claridad. Es una necesidad que aparece desde adentro, no un servicio que alguien “vende”.
Un buen plan nutricional se ajusta al objetivo del paciente. El objetivo no se fuerza para encajar en una dieta predefinida.
La estrategia funciona igual. No existe un único camino universal. Lo que existe es el análisis de contexto, la definición del problema y la construcción de un plan que responda a eso. A veces lo urgente es ordenar el mensaje. A veces es decidir qué no hacer. A veces es dejar de repetir hábitos que ya no sirven.
El desafío no es armar el plan, es sostener el plan
Los nutricionistas lo dicen todo el tiempo: la mayoría no cumple la dieta. No por falta de información, sino por falta de constancia, prioridad o acompañamiento.
En marketing es igual. La estrategia se aprueba. Se entiende. Se celebra. Y a los dos meses, se deja de seguir. Vuelve la improvisación, la urgencia, el “hagamos algo rápido”.
Y el resultado es el mismo que en nutrición: Se culpa al plan, no al proceso.
Tanto en nutrición como en estrategia, los resultados dependen menos del documento y más de la voluntad real de cambiar. Dependen de la honestidad con la situación actual, del foco y del compromiso. Sin eso, ninguna recomendación funciona. Con eso, incluso un plan simple puede mover una marca entera.
Lo que más me convence de este paralelo entre estrategia y nutrición es que, en ambos casos, el cambio no se da por “saber qué hacer”, sino por asumir que el punto de partida importa tanto como el plan.
Tanto marcas como nuestros cuerpos acumulan hábitos, decisiones automáticas, excusas y repeticiones que parecen inofensivas, pero que terminan condicionando todo.
Cuando uno entiende eso, la conversación cambia. Ya no se trata de una dieta o de un posteo. Se trata de un proceso que pide compromiso real y una guía que ordene sin vender humo.
Si te quedaste pensando en esto, probablemente estés en ese punto. Y ese ya es un buen lugar para empezar.
*Estratega de marketing y consultora publicitaria.
