Durante años, el bienestar se ha gestionado desde el área de talento humano, mientras que marketing y ventas se han obsesionado con la satisfacción del cliente. Sin embargo, la realidad del mercado actual ha decretado la obsolescencia de este modelo.
Hoy entendemos que la nueva ventaja competitiva no reside únicamente en el software que compramos o en la estrategia de marketing que desplegamos, sino en la cultura que construimos. Para romper esquemas en la era digital, debemos internalizar una verdad fundamental: no se puede entregar una experiencia excepcional hacia afuera si no se vive hacia adentro.
El primer esquema que debemos romper es el del liderazgo basado en el control. En un entorno cada vez más dinámico e híbrido, el micromanagement es el enemigo silencioso de la agilidad. La cultura organizacional ha dejado de ser un manifiesto de valores escrito en las paredes corporativas para convertirse en lo que realmente se respira y se vive en el día a día.
El liderazgo moderno ya no se trata de dirigir mirando, sino de dirigir confiando. Si un colaborador se siente vigilado, sin autonomía y restringido, es imposible que transmita empatía, calidez y soluciones creativas al cliente. La libertad y la confianza interna son los precursores directos de la agilidad externa. Sin una cultura sólida que respalde al talento, no hay futuro sostenible, independientemente de la tecnología de punta que se implemente.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
El segundo esquema a derribar es el miedo a la inteligencia artificial como sustituto del talento humano. Debemos cambiar la narrativa radicalmente: la tecnología no viene a reemplazar a las personas, sino a potenciarlas. El secreto para romper el molde de la experiencia radica en la “eficiencia artificial”: utilizar la tecnología para automatizar todo aquello que es repetitivo, transaccional y tedioso. Esto tiene un único fin estratégico: liberar al colaborador para que se enfoque en lo que ninguna máquina puede replicar, que es el diálogo estratégico, el criterio y la contención emocional.
Cuando logramos que un colaborador de atención al cliente o ventas deje de actuar como un robot procesando datos, le damos el espacio para convertirse en un asesor proactivo, capaz de anticiparse a las necesidades del cliente antes de que se conviertan en problemas.
Finalmente, romper esquemas implica, paradójicamente, volver a lo básico. En un mundo saturado de interacciones digitales y automatizadas, el diálogo genuino se ha convertido en el arma más poderosa de fidelización y conversión. Ya no se trata de bombardear al cliente con ofertas masivas, sino de construir relaciones duraderas a través de la personalización y la escucha activa.
La experiencia del cliente (CX) y la experiencia del colaborador (EX) son, en definitiva, dos caras de la misma moneda. Las empresas que liderarán el mercado no serán necesariamente las que tengan los algoritmos más rápidos, sino aquellas que logren que sus equipos se sientan inspirados, empoderados y profundamente humanos. La verdadera innovación, al final del día, debe tener siempre un rostro humano.
*Presidenta de la Asociación Paraguaya de Centros de Contacto y BPO







