¿Quién está financiando el futuro de nuestros países?
Responder a esta pregunta obliga a mirar más allá del financiamiento tradicional. Hoy sabemos que alcanzar el desarrollo sostenible no depende únicamente del sector privado o del Gobierno. Requiere de una arquitectura institucional más robusta, donde el rol de las bancas de desarrollo nacionales sea comprendido, fortalecido y articulado con otros actores del ecosistema.
La misión de las bancas de desarrollo de segundo piso es operar a través de las organizaciones del sistema financiero, canalizando recursos hacia sectores estratégicos de la economía: viviendas, mipymes, educación, infraestructura, transición energética, entre otros. Pero su verdadero valor no radica únicamente en el capital movilizado, sino en su capacidad para pensar a largo plazo, anticiparse a las transformaciones sociales y productivas, y promover modelos más inclusivos, sostenibles y resilientes.
Paraguay, al igual que muchos países de la región, ha trazado una hoja de ruta hacia un desarrollo más justo, sostenible e inclusivo. El Plan Nacional de Desarrollo Paraguay 2050 señala que el sistema financiero debe ser un aliado estratégico para impulsar cambios en la matriz productiva, promover la innovación, reducir desigualdades y cuidar el ambiente. En ese escenario, fortalecer la banca de desarrollo no es una opción, es una necesidad para movilizar recursos y acompañar esa transformación de manera efectiva.
Hoy más que nunca, necesitamos productos financieros que no solo respondan a la rentabilidad, sino también al impacto. Y para que eso ocurra, es imprescindible trabajar de forma conjunta. La banca de desarrollo debe actuar como facilitadora de alianzas entre el sector financiero, el Estado, la cooperación internacional, la academia y las propias comunidades. Solo así podemos diseñar soluciones financieras que respondan a las necesidades reales de los sectores, con condiciones adecuadas y herramientas de medición accesibles.
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Lo que hemos aprendido en estos años es que no basta con diseñar productos desde una oficina. Hay que cocrear con los actores de la cadena, especialmente con quienes producen, emprenden y enfrentan los desafíos en el territorio. El financiamiento sostenible es mucho más eficaz cuando parte de un problema concreto, se adapta al contexto y cuenta con condiciones que permitan la inversión real: plazos razonables, garantías adecuadas, asistencia técnica y métricas comprensibles.
Existen experiencias concretas donde este modelo ha demostrado su efectividad. Cuando los productos financieros son cocreados con los usuarios finales, la adopción de prácticas sostenibles puede aumentar significativamente. De igual manera, el uso de tecnologías limpias, esquemas de blended finance y fondos de garantía han permitido reducir riesgos, ampliar el acceso al crédito y generar impactos positivos en productividad, salud, educación y resiliencia climática.
Pero aún queda mucho por hacer. Fortalecer a la banca de desarrollo significa dotarla de recursos suficientes, de las herramientas técnicas, normativas e institucionales necesarias para operar con eficiencia y transparencia. Significa también apostar por una institucionalidad que promueva la innovación, el diálogo intersectorial y el aprendizaje continuo.
Si queremos que el financiamiento ayude a mejorar la vida de las personas y cuidar el ambiente, necesitamos pensar juntos las soluciones. En la AFD estamos convencidos de que crear productos financieros sostenibles no es solo una forma de trabajar: es parte de lo que creemos. Escuchar, adaptar y construir con los actores del territorio nos permite llegar más lejos, con propuestas que marcan una diferencia real.
*Presidenta de la Agencia Financiera de Desarrollo.
