La seguridad se convirtió en uno de los negocios más dinámicos del mundo corporativo. Lo que antes se concebía como un gasto inevitable hoy se analiza como una inversión estratégica, capaz de resguardar la continuidad operativa y el valor reputacional de las empresas. El mercado global de la seguridad —que abarca tanto los sistemas físicos como la ciberseguridad— superó los US$ 405.000 millones en 2023 y podría acercarse a US$ 500.000 millones en 2026, según proyecciones de firmas especializadas como Omdia y Gartner.
Este crecimiento refleja una tendencia transversal: proteger personas, infraestructura y datos es tan relevante como producir, vender o expandirse. En Paraguay, el fenómeno también empieza a sentirse. Desde la vigilancia privada hasta los servicios de monitoreo digital, las compañías locales ajustan sus presupuestos para blindar activos ante un entorno donde los riesgos físicos y virtuales se entrelazan cada vez más.
De la cámara al firewall
En el plano internacional, la seguridad dejó de dividirse entre lo físico y lo digital. La tendencia dominante es la convergencia Sec-Ciber (seguridad física + ciberseguridad), un modelo que integra sistemas de videovigilancia, control de accesos, sensores y software de defensa digital dentro de una misma arquitectura.
Según Gartner, el gasto mundial en ciberseguridad y gestión de riesgo alcanzará los US$ 213.000 millones al finalizar 2025, mientras que Omdia estima que el mercado combinado de seguridad física superará los US$ 498.000 millones en 2026. Detrás de esas cifras hay un cambio estructural: las empresas ya no buscan solo proteger edificios o redes, sino mantener operativos sus negocios ante cualquier amenaza.
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Los expertos denominan a este enfoque “seguridad 360°”, porque cubre desde la protección perimetral hasta la defensa de datos. Grandes corporaciones incorporan centros de operaciones unificados (SOC, por sus siglas en inglés, es decir, Security Operations Center) donde analistas monitorean cámaras, servidores y sistemas en tiempo real.
También se expanden los puestos de CSO (Chief Security Officer), ejecutivos que supervisan la seguridad física y digital bajo un solo mando. Este modelo no solo optimiza costos, sino que refuerza la capacidad de respuesta frente a riesgos híbridos —por ejemplo, un acceso físico no autorizado combinado con un intento de intrusión digital—, algo cada vez más común en la economía global interconectada.

América Latina: una región que invierte más
A nivel de la región latinoamericana, la inversión en seguridad también se acelera, impulsada por la digitalización de las empresas y la expansión del comercio electrónico. Según MarketsandMarkets, el gasto regional en ciberseguridad crecerá de US$ 15.800 millones en 2020 a más de US$ 34.000 millones en 2025, mientras que el mercado de seguridad física —que incluye cámaras, alarmas, servicios de vigilancia y control de accesos— alcanzará los US$ 16.000 millones en 2030.
La razón es simple, ya que los riesgos aumentan. Con más dispositivos conectados y procesos digitalizados, la región se volvió un blanco frecuente de ataques informáticos y fraudes corporativos. En una entrevista anterior con Deivis Lugo, ingeniero de IoT Roga, el especialista advertía que “con más dispositivos conectados, la superficie de ataque se amplía, haciendo fundamental la implementación de estándares robustos de seguridad y cifrado”.
Paraguay ante el desafío
En el plano local, la seguridad avanza como un componente cada vez más valorado dentro de la gestión empresarial. Paraguay cuenta hoy con alrededor de 60.000 guardias privados y decenas de firmas habilitadas por la Ley N° 5424/15, que regula el sector, mientras que el segmento tecnológico suma nuevos actores dedicados a la protección digital. Según fuentes del segmento, el gasto en seguridad informática creció cerca del 20% en el último año, impulsado por la adopción de herramientas en la nube, el teletrabajo y la automatización de procesos.
Sin embargo, el desafío principal sigue siendo la infraestructura. Tal como señalaba Diego Liebel, también ingeniero de IoT Roga, “el principal reto técnico es la necesidad de infraestructura robusta que soporte las altas velocidades y baja latencia de esta tecnología”. Esa misma premisa aplica a la seguridad: sin redes sólidas, conectividad estable y recursos humanos capacitados, la inversión no alcanza todo su potencial. En este contexto, la colaboración entre empresas tecnológicas, instituciones públicas y usuarios corporativos se vuelve decisiva.
Innovación y proveedores: Tecnología que protege
El nuevo mapa de la seguridad paraguaya también se dibuja desde la innovación. Empresas locales del sector tecnológico desarrollan soluciones que combinan conectividad, sensorización y monitoreo remoto para resguardar bienes e infraestructura. Entre ellas se destaca Teisa, pionera en el despliegue de una red nacional de sensores inteligentes basada en la tecnología Sigfox 0G —una red de baja potencia y largo alcance que permite transmitir datos sin conexión eléctrica constante ni cobertura celular—.
En una entrevista anterior con su fundador, Jaime Egüez, la firma destacaba que esta tecnología posibilita vigilar activos en tiempo real y anticipar fallas o intrusiones en sectores como logística, industria o energía. “Hacemos que las cosas hablen”, expresaba Egüez, resumiendo la esencia del concepto Internet de las Cosas (IoT): conectar dispositivos para mejorar las decisiones humanas.
Mirando el presente y proyectando a futuro, se ve que la seguridad —física o digital— ya no es un costo operativo, sino una inversión en confianza, continuidad y resiliencia. Y en esa ecuación, la tecnología hecha en Paraguay comienza a ocupar un rol central.