Por primera vez, el Banco Central del Paraguay (BCP) desagregó el producto interno bruto (PIB) nacional en una escala territorial completa, permitiendo observar con precisión cómo se distribuye la producción económica entre los departamentos del país. El estudio compartido hace pocos días, contenido en las Cuentas Regionales Anuales 2021-2023, ofrece una radiografía inédita de la estructura económica paraguaya y de las disparidades que persisten entre las regiones metropolitanas, agrícolas e industriales.
La medición confirma lo que hasta ahora solo se intuía: la economía paraguaya está fuertemente concentrada en pocos polos de desarrollo. Central, Asunción y Alto Paraná explican más del 60% del PIB nacional, reflejando el peso del área metropolitana y del eje comercial de la frontera este. Detrás de esos números se dibuja un mapa económico que revela tanto la capacidad productiva de ciertas zonas como las brechas históricas de infraestructura, inversión y densidad empresarial que aún separan a los departamentos del interior.

El peso económico de cada región
La fotografía económica del país muestra una concentración pronunciada en torno a tres departamentos que funcionan como auténticos motores productivos. Según el BCP, Central aporta el 28,5% del PIB total, Asunción el 17,1% y Alto Paraná el 15,4% (Gráfico 1), lo que significa que más de seis de cada diez guaraníes generados en el país se producen en estas tres jurisdicciones.
El departamento Central combina una base industrial y de servicios altamente diversificada, impulsada por su cercanía con la capital y su red logística. Asunción, pese a su menor superficie, mantiene una fuerte especialización en servicios financieros, profesionales y administrativos, además de concentrar buena parte de la administración pública y la sede de las principales empresas del país. Alto Paraná, por su parte, se consolida como eje productivo y comercial de frontera, donde el peso del comercio exterior y la energía eléctrica —con la central hidroeléctrica de Itaipú— amplifican su participación en el PIB.
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Más atrás aparecen Itapúa (6,4%) y Caaguazú (5,9%), con estructuras mixtas que combinan agroindustria, manufactura y servicios. Entre ambos completan un quinto del total, evidenciando su rol de soporte del aparato productivo nacional. En conjunto, los cinco mayores contribuyentes al PIB concentran casi el 74% de la producción, dejando al resto de los departamentos con participaciones inferiores al 5%.
Metodología del Banco Central
Para entender la importancia de los valores obtenidos hasta ahora, es menester profundizar en el mecanismo utilizado por la banca matriz para este fin. La construcción de las Cuentas Regionales Anuales (CRA) representó uno de los ejercicios estadísticos más complejos emprendidos por el BCP. El trabajo, liderado por su equipo técnico, se desarrolló bajo el enfoque de la producción, tomando como año base 2014 y utilizando métodos descendentes y mixtos para estimar el valor agregado bruto (VAB) de cada departamento.
Durante la presentación del informe, los economistas César Yunis (economista jefe del BCP) y Martha Caballero (jefa de División Cuentas Nacionales, Anuales y Regionales) destacaron que el objetivo fue “proveer una herramienta de análisis que permita entender la dinámica productiva regional, su estructura sectorial y su aporte al PIB nacional”. Caballero explicó que el cálculo se basó en más de 25 fuentes de información, entre ellas registros administrativos, encuestas del empleo, censos y estadísticas del propio Instituto Nacional de Estadística (INE), lo que permitió asignar de manera coherente las actividades económicas al territorio donde efectivamente se generan.
El BCP aclaró que los resultados se expresan a precios corrientes y que los datos departamentales no constituyen una división política del ingreso, sino una aproximación técnica al lugar donde se produce el valor agregado. La metodología garantiza así la comparabilidad con las Cuentas Nacionales y ofrece una base homogénea para futuros análisis territoriales del crecimiento.

Sectores que mueven cada región
Más allá de los porcentajes, el mapa del PIB revela un país con especializaciones marcadas. En los departamentos de mayor peso, la composición sectorial muestra la preeminencia de los servicios y la manufactura, mientras que en regiones agrícolas o chaqueñas sobresalen la producción primaria y la generación de energía.
Según explicó Caballero, “la estructura económica de los departamentos líderes se mantuvo estable en el periodo 2021-2023, con una fuerte concentración de actividades de servicios en Central y Asunción, y de producción de bienes en Alto Paraná, Itapúa y Caaguazú”. En Central, los servicios representan más del 50% del valor agregado, impulsados por el comercio, las finanzas y la logística, mientras que en Asunción predominan los servicios administrativos, inmobiliarios y profesionales.
En el interior, Alto Paraná combina industria, comercio transfronterizo y generación eléctrica, situándose entre las regiones más diversificadas del país. Itapúa conserva su perfil agroindustrial, con fuerte incidencia del cultivo de soja y la manufactura alimentaria, mientras que Caaguazú sostiene su dinamismo en la producción maderera y de muebles.
Caballero subrayó, además, el aporte diferencial de las zonas energéticas: “En el caso de Alto Paraná y Misiones, estos están más vinculados a la generación de electricidad por las entidades binacionales”. Esa distribución, precisó, “refleja la heterogeneidad productiva del Paraguay y el desafío de equilibrar el crecimiento entre regiones de muy distinta estructura económica”.
El norte, el sur y el Chaco
El comportamiento del PIB departamental durante el 2023 también evidenció fuertes contrastes entre regiones. Mientras algunos departamentos lograron crecimientos de dos dígitos, otros sufrieron caídas pronunciadas, marcando la desigual recuperación económica tras la sequía de 2022.
De acuerdo con los resultados presentados por el BCP, Misiones encabezó el crecimiento con 12,7%, seguido de Canindeyú (11,3%), Alto Paraná (10,6%) e Itapúa (10,3%). Estas expansiones estuvieron vinculadas al repunte del sector agropecuario y a la mejora de los rendimientos agrícolas, especialmente en las zonas de producción de soja, maíz y arroz.
En sentido opuesto, Presidente Hayes (-12,4%) y Alto Paraguay (-10,4%) registraron las mayores contracciones del periodo. Ambas caídas se explican por una menor actividad pecuaria y por el impacto logístico que aún afecta al Chaco, donde la baja densidad poblacional y las distancias encarecen los costos de producción y transporte hasta el momento.
En la presentación oficial, Caballero remarcó que “el desempeño de los departamentos responde en gran medida a su estructura económica, donde los más diversificados logran amortiguar los shocks productivos, mientras que los especializados en pocas ramas son más vulnerables a las fluctuaciones climáticas o de mercado”.

PIB per cápita: riqueza desigual
El desglose regional del PIB permitió, por primera vez, observar el nivel de producción promedio por habitante. Según la exposición del Banco Central, las diferencias son notorias: el promedio país se ubicó en torno a US$ 6.824 por persona, pero con extremos que multiplican varias veces esa cifra. No obstante, precisan que su interpretación requiere cautela debido a que no es un indicador de bienestar de la población.
Considerando lo anterior, durante la presentación del informe, Caballero puntualizó que “Asunción encabeza el PIB per cápita con US$ 15.255; la capital del país es seguida por Boquerón con US$ 10.903 y Alto Paraguay con US$ 10.225. En el otro extremo, los departamentos de Guairá, Cordillera y Paraguarí registran los valores más bajos”.
Caballero añadió que estos resultados reflejan tanto la concentración de la actividad económica como la composición poblacional: “Los departamentos con menor cantidad de habitantes, como los chaqueños, presentan altos niveles per cápita debido a que la producción se divide entre menos personas, mientras que los más poblados, aunque generan más valor en términos absolutos, muestran promedios menores”.
El indicador, sostuvo, permite dimensionar la heterogeneidad del desarrollo productivo en el país y sirve como base para futuras comparaciones territoriales. “Con estas estimaciones —acotó—, ahora podemos medir con mayor precisión las brechas regionales de productividad y observar cómo evoluciona la participación del interior en la economía nacional”.
Lectura crítica del indicador
Es importante reforzar el concepto de que, aunque el PIB per cápita se usa habitualmente como medida de prosperidad, los técnicos del Banco Central fueron claros en matizar su significado. Durante la presentación, Caballero enfatizó que este indicador no debe interpretarse como un reflejo del ingreso personal o del bienestar de la población.
“El PIB per cápita es una medida del valor agregado generado por habitante, no del ingreso disponible de cada persona. Por eso, puede ocurrir que un departamento tenga un PIB per cápita elevado por la presencia de sectores intensivos en capital, pero que eso no implique necesariamente mejores condiciones de vida”, detalló.
La advertencia apunta a contextualizar los resultados dentro de un análisis productivo, no social. Los datos, señaló, permiten comparar la productividad relativa de las regiones, pero no describen el reparto del ingreso ni las desigualdades al interior de cada territorio.

Hacia una política de desarrollo territorial
De esta manera, la radiografía regional del PIB no solo ilustra la concentración económica del Paraguay, sino también la urgencia de fortalecer la planificación territorial. Los datos del BCP muestran un país donde el crecimiento se asienta en pocos nodos y deja amplias zonas con potencial subutilizado. Esa asimetría plantea la necesidad de políticas que integren infraestructura, innovación y capital humano como ejes de equilibrio productivo.
La nueva información estadística ofrece una base inédita para el diseño de estrategias de desarrollo regional. Contar con un desglose del PIB por departamento permite orientar inversiones públicas y privadas con mayor precisión, identificar polos emergentes y reconocer sectores con capacidad de tracción local.
El reto, ahora, consiste en convertir las cifras en decisiones concretas: impulsar la diversificación más allá del eje Central–Asunción–Alto Paraná y garantizar que la expansión económica encuentre anclaje en todo el territorio. La evidencia está sobre la mesa; el desafío, en la acción.