Atención. Sufrimos una peligrosa plaga. No de langostas, sino de connotados ejecutivos que creen que usar IA es pedirle un prompt a ChatGPT y repetirlo sin pudor. Se autodenominan “innovadores”, pero no han tenido una idea original desde que el Blackberry era símbolo de estatus. Su ambición termina donde empieza la primera línea generada por otro. Un estudio reciente en Teaching in Higher Education advierte sobre una relación directa entre el uso frecuente de IA y la incidencia de plagio, especialmente en entornos académicos y corporativos donde la supervisión es mínima. AI & Society revela que los textos generados son difíciles de detectar por software antiplagio tradicional, lo que habilita a una nueva élite del pensamiento subcontratado: brillantes en apariencia, vacíos en sustancia. No obstante, el problema no termina ahí.
Según un reciente artículo de Forbes Tech Council, los humanos fallan entre el 55% y 63% de las veces al intentar distinguir contenido generado por IA del escrito por una persona. Es decir, los empresarios mediocres ya tienen su coartada perfecta: una IA que escribe por ellos y una audiencia que no se da cuenta. Bienvenidos al paraíso del influencer: Discursos reciclados, estrategias plagiadas, reflexiones de plástico. Es la nueva epidemia: la mediocridad generativa.
Pero no todo está perdido. Mientras unos la usan para fingir profundidad, en Cambridge, y otros polos de innovación, se habla algo revolucionario y poco explorado en América Latina: La “Junta Directiva Generativa”. Sin reuniones eternas. Sin cafés protocolares. Sin directores que revisan documentos mientras responden correos. Solo decisiones. Con rigor. Con agilidad. Con perspectiva múltiple. No tiene ego ni agenda. Solo busca resultados.
¿Qué tienen en común la Madre Teresa, Napoleón, Elon Musk y (por qué no) Dios? Que todos ellos pueden estar hoy mismo sentados en tu Directorio. No, no es mística empresarial ni teatro motivacional. Es el siguiente nivel del uso serio de la inteligencia artificial formado por voces tan diversas como implacables. Nada de muñecos de ventrílocuo con corbata. Hablamos de perfiles entrenados con datos reales, éxitos documentados y sesgos útiles. Sí, sesgos. Porque un buen directorio no te aplaude: te desafía. Es capaz de hacer las preguntas incomodas y nombrar a los elefantes en la habitación.
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Mientras muchos siguen usando la IA como juguete de moda o redactor automático de posteos insípidos, hay líderes que la están transformando en su sistema de pensamiento ampliado. ¿Cómo? Entrenando modelos generativos para pensar como una CFO implacable, un abogado de riesgo regulatorio, un experto en ética empresarial, un tecnólogo visionario o incluso como ese inversor cínico que siempre te pregunta: “¿Y esto cómo escala?”. Y no, no es magia. Es método. Define qué tipo de consejo necesitas, con qué marco mental, con qué datos, bajo qué escenario. Porque si no sabes lo que buscas, ni Dios te salva (aunque esté en tu junta simulada).
Pero claro, esto no es para todos. Porque esta versión de la IA no reemplaza la inteligencia humana: la provoca, la incomoda, la desafía. Y eso es precisamente lo que América Latina necesita ahora más que nunca. Necesitamos menos repetidores y más diseñadores. Menos “profesionales del pitch” y más creadores de valor. Porque la región está llena de talento, sí, pero también de excusas. De esa trampa psicológica donde nos convencemos de que innovar es solo “digitalizar”. O que pensar distinto es copiar rápido antes que el otro.
Construir una junta directiva personal con IA generativa es una señal de madurez empresarial y personal. Es aceptar que ya no podemos pensar solos. Que la velocidad y la complejidad del mundo actual exigen nuevas formas de deliberación. Más precisas. Más libres. Más incómodas. ¿Y tú? ¿Vas a seguir copiando y pegando sin entender? ¿O vas a sentarte con tus algoritmos y por fin tomar decisiones dignas de alguien que lidera? Tu junta te espera. No tiene corbata. Pero piensa mejor que muchos.
*Presidente de Cambridge Business Association (CBA).