Cuando pensamos en Paraguay, pensamos en su gente cálida, su cultura vibrante y su naturaleza abundante. Pero también debemos pensar en su gran fortaleza estratégica: su energía.
Paraguay es uno de los pocos países del mundo que genera el 100% de su electricidad a partir de fuentes renovables, gracias a sus represas hidroeléctricas: Itaipú, Yacyretá y Acaray. Un logro enorme. Sin embargo, esto también conlleva un riesgo: la alta dependencia de una sola fuente
Si bien depender exclusivamente de la hidroelectricidad ha resultado conveniente, no es una estrategia sostenible ni efectiva a largo plazo. Las sequías de los últimos años han afectado la producción energética, pero hay más razones de fondo para diversificar. Necesitamos una matriz resiliente que permita garantizar el suministro en todo momento, atraer inversiones, impulsar la industria y aprovechar nuevas tecnologías.
Gran parte de la demanda interna satisfecha con fósiles importados
Si miramos la matriz energética total (es decir, incluyendo biomasa y combustibles), aproximadamente un 80% proviene de fuentes consideradas renovables, principalmente hidroeléctrica y biomasa. Sin embargo, en el consumo final, apenas un 22% corresponde a electricidad. Esto implica que gran parte de nuestra demanda energética, especialmente en transporte e industria, todavía se satisface con combustibles fósiles importados. La biomasa, si bien es técnicamente renovable, en Paraguay no siempre proviene de fuentes sostenibles, lo cual plantea interrogantes ambientales importantes.
Por eso, el desafío es doble: diversificar la generación eléctrica y también electrificar el consumo interno, sustituyendo paulatinamente el uso de combustibles por electricidad en transporte, industria y hogares. Esto implica visión estratégica, políticas públicas y compromiso multisectorial.
La diversificación no es abandonar lo renovable; al contrario, es fortalecerlo. Paraguay tiene condiciones excepcionales para sumar otras fuentes:
Solar: con una radiación media muy favorable, es ideal para residencias, industrias y sistemas rurales, tanto en tecnología fotovoltaica como de concentración térmica.
Eólica: aunque poco explorada, ofrece una buena complementariedad con la hidroelectricidad, especialmente con pequeñas centrales hidroeléctricas (PCH), ideales para generación distribuida y sistemas aislados.
Hidrógeno verde: aprovechar nuestra capacidad de generación limpia para desarrollar hidrógeno verde representa una oportunidad clave para integrarnos a los mercados energéticos internacionales.
Nuclear: los pequeños reactores modulares (SMR) surgen como una alternativa limpia y segura a considerar, siempre en el marco de un debate técnico, ético y regulatorio. Paraguay podría apoyarse en la experiencia de países vecinos como Argentina y Brasil para impulsar alianzas de investigación y transferencia tecnológica.
Una hoja de ruta para diversificar
Corto plazo (2025–2027): crear un marco regulatorio para la generación distribuida solar, establecer incentivos fiscales y promover campañas de adopción.
Mediano plazo (2028–2032): realizar estudios de potencial eólico, desarrollar pilotos y fortalecer la infraestructura de transmisión.
Largo plazo (pos-2032): abrir el debate sobre energía nuclear, incorporar tecnologías de almacenamiento y consolidar la interconexión regional.
La transición energética no será espontánea, requiere liderazgo del Estado, inversión del sector privado, investigación académica y una ciudadanía informada.
Paraguay tiene la oportunidad de pasar de ser un exportador de electricidad bruta a un proveedor de soluciones energéticas sofisticadas. Diversificar nuestra matriz es construir soberanía energética, atraer inversiones sostenibles y mejorar la calidad de vida. Paraguay tiene recursos naturales, talento técnico y posición geográfica estratégica.
El mejor momento para empezar fue ayer. El segundo es ahora.