El Chaco productivo: cómo las cooperativas menonitas impulsan un modelo integral

Desde una de las regiones más áridas del Paraguay, las comunidades menonitas han construido un modelo de desarrollo cooperativo que hoy representa entre el 6 y 7% del PIB nacional. Apoyadas en la producción agroindustrial, la formalización económica, el trabajo comunitario y una visión a largo plazo, sus cooperativas han transformado al Chaco Central en un verdadero polo de crecimiento económico, social y sanitario.

En un entorno históricamente aislado, tomaron responsabilidades que el Estado no siempre asumió: electrificación, caminos, agua potable, servicios financieros, salud y educación.
En un entorno históricamente aislado, tomaron responsabilidades que el Estado no siempre asumió: electrificación, caminos, agua potable, servicios financieros, salud y educación.

En el año 2027, las colonias menonitas del Chaco Central cumplirán 100 años de presencia en Paraguay. Llegaron a una tierra inhóspita, con lluvias aisladas, sin caminos ni infraestructura, y sin embargo, transformaron radicalmente su entorno. Hoy, sus cooperativas no solo lideran la producción de carne y leche del país, sino que se posicionan como uno de los motores económicos más robustos del Paraguay. El contraste es claro, ya que, aunque representan menos del 1% de la población nacional, estas comunidades generan entre un 6% y 7% del producto interno bruto (PIB) paraguayo.

Además, los ingresos per cápita de sus miembros pueden multiplicar por seis u ocho veces el promedio nacional. Esta transformación no se dio por casualidad porque está basada en un modelo cooperativo sólido, en valores comunitarios profundamente arraigados, y en una gestión rigurosa tanto en lo productivo como en lo social. El Chaco florece, y no es un milagro: es estrategia.

El músculo productivo occidental

Hablar del Chaco es, en gran medida, hablar de carne. Tres frigoríficos —propiedad de las cooperativas Chortitzer, Fernheim y Neulandconcentran cerca del 30% de la carne que Paraguay exporta, según indicó Alfred Fast, presidente de la Federación de Cooperativas de Producción (Fecoprod). Pero su impacto va más allá del comercio exterior. “Desde el primer momento, esos frigoríficos pensaron también en el mercado local”, señaló. Las marcas provenientes del Chaco se han posicionado como sinónimo de calidad en la mesa paraguaya. El vínculo con el consumidor es tan fuerte que muchos ya eligen esos cortes por confianza.

La producción lechera también es estratégica. Las cooperativas chaqueñas (6 en el Chaco Central), junto con sus pares de la región Oriental, representan aproximadamente el 90% de la leche industrializada en el país. Marcas como Trébol y CO-OP provienen de estas colonias y abastecen a supermercados de todo el territorio. A esto se suman los rubros agrícolas: el maní, el sorgo, el sésamo y, en menor medida, el algodón y la soja, son parte del portafolio de producción diversificada. Algunas cooperativas incluso están impulsando industrias de balanceados y aceiteras, con inversiones conjuntas entre capitales cooperativos y empresas privadas.

No se trata solo de volumen, sino de visión. El cooperativismo del Chaco ha demostrado capacidad para industrializar su producción, integrar cadenas de valor y mantenerse competitivo frente a actores privados tradicionales. Esa madurez productiva —forjada en condiciones adversas— permite que el Chaco Central funcione hoy como centro logístico, agroindustrial y exportador. Como enfatiza Fast, el desarrollo regional parte de “una cooperación real, no solo entre menonitas, sino también con productores criollos, latinos e indígenas”.

El mayor peso productivo de las cooperativas del Chaco, en conjunto con las de la región Oriental, se concentra en el sector lácteo.
El mayor peso productivo de las cooperativas del Chaco, en conjunto con las de la región Oriental, se concentra en el sector lácteo.

Desarrollo cooperativo y tejido social

La solidez económica del Chaco Central tiene una base comunitaria difícil de replicar fuera del modelo cooperativo. “Lo mejor que uno puede hacer por alguien no es regalarle cosas, sino comprarle su producción y fortalecerlo”, sostiene Fast. Esa lógica se aplica con comunidades no menonitas: las cooperativas chaqueñas compran leche a productores de zonas como Pirizal, Santa Cecilia y Campo Aceval, muchos de los cuales no pertenecen a las cooperativas de base. Así, se incorporan pobladores criollos y latinos al circuito formal, sin necesidad de una membresía, pero con inclusión económica real.

Otro aspecto esencial es el trabajo con comunidades indígenas. A través de organizaciones como la Asociación de Servicios de Cooperación Indígena – Menonita (Ascim), muchas familias originarias han accedido a estancias, chacras, educación técnica, y empleo en agroindustrias. Varios jóvenes indígenas han estudiado incluso en Asunción o en el exterior. “Hay que tratarlos como ciudadanos paraguayos de primera clase”, afirma Fast, con una convicción que cruza discurso y práctica. Porque, como él mismo dice, ninguna cultura subsiste si no es fuerte socioeconómicamente.

A lo largo de las décadas las cooperativas no se limitaron solamente a lo productivo. En un entorno históricamente aislado, tomaron responsabilidades que el Estado no siempre asumió: electrificación, caminos, agua potable, servicios financieros, salud y educación. Las tres colonias cuentan hoy con hospitales de primer nivel que asisten tanto a sus miembros como a pobladores externos. Esta estructura de servicios consolidó al Chaco como un territorio funcionalmente autónomo, donde la economía está al servicio de una comunidad integrada.

"Lo que hizo grande al Chaco fue ese espíritu de sacrificio, de trabajo, y una fe con bases bíblicas", expresa Fast.
"Lo que hizo grande al Chaco fue ese espíritu de sacrificio, de trabajo, y una fe con bases bíblicas", expresa Fast.

Un ecosistema de vanguardia

El desarrollo en el Chaco no se limita a lo económico. En materia de salud, las tres colonias menonitas cuentan con hospitales de alta complejidad que atienden tanto a socios como a habitantes de zonas aledañas. En palabras de Fast: “El sistema de salud está muy avanzado. Se trata a mucha gente, no solamente de las comunidades, sino de los alrededores”. Como ejemplo de esta evolución, mencionó un hito inédito: la instalación en Neuland del primer equipo ZAP-X de América del Sur, un moderno aparato para radiocirugías cerebrales.

La tecnología será inaugurada a fines de mayo y estará disponible desde junio, con disponibilidad para atraer pacientes incluso de otros países del Mercosur. “Esto puede generar respaldo local y turismo médico, porque vas a tener un tratamiento de primera sin tener que volar a Estados Unidos o Europa”, subrayó.

El compromiso con el medioambiente también forma parte del ADN cooperativo del Chaco. Fast recordó que “antes de que existiera cualquier ley en Paraguay, ya se dejaban franjas rompevientos y se planificaba el uso del suelo con responsabilidad”. Hoy, las cooperativas del Chaco cumplen con las normativas ambientales más estrictas, e incluso lideran iniciativas sostenibles como parques solares, manejo de residuos y sistemas de captación de agua.

Igualmente, en términos de formalización, las colonias menonitas se distinguen por una economía totalmente regularizada. Desde la producción primaria hasta el último servicio, el circuito cooperativo opera bajo normas legales, contratos formales y trazabilidad completa. Es un modelo donde la eficiencia no está enfrentada con la transparencia. En conjunto, estos factores elevan al Chaco Central como referente en desarrollo integral, más allá de la frontera agrícola.

Los ingresos per cápita de sus miembros pueden multiplicar por seis u ocho veces el promedio nacional. Esta transformación no se dio por casualidad, está basada en un modelo cooperativo sólido.
Los ingresos per cápita de sus miembros pueden multiplicar por seis u ocho veces el promedio nacional. Esta transformación no se dio por casualidad, está basada en un modelo cooperativo sólido.

Desafíos pendientes: infraestructura, energía y agua

A pesar de sus avances notables, el modelo cooperativo chaqueño no está exento de limitaciones. Según Fast, los desafíos actuales se concentran en tres frentes clave: infraestructura vial, suministro eléctrico y acceso al agua. “En este momento hay muchas comunicaciones cortadas por las lluvias. Se hizo mucho, pero todavía falta más inversión en caminos”, advirtió. Esta situación afecta directamente a la logística de cosecha y comercialización, donde miles de hectáreas de cultivos —especialmente sésamo— quedaron selladas por falta de drenaje o caminos transitables.

El problema de la electricidad es aún más estructural. La demanda energética creció con las industrias, pero la red no se expandió al mismo ritmo. “Muchas industrias no pueden instalarse porque no hay suficiente corriente eléctrica”, afirmó Fast. De hecho, el propio Chaco Central quedó sin luz el día de la entrevista, como reflejo de una infraestructura que todavía no acompaña el dinamismo productivo de la región.

El agua es el otro gran tema sistemático. Aunque las comunidades han desarrollado sistemas eficientes de captación de agua de lluvia, el crecimiento proyectado exige nuevas soluciones. “Necesitamos agua para la población, la industria y la producción primaria”, enfatizó Fast, sugiriendo que podrían impulsarse cultivos intensivos como la fruticultura y horticultura si se logra garantizar la disponibilidad hídrica.

Estos cuellos de botella no opacan los logros, pero marcan el límite físico del crecimiento actual. Para que el modelo del Chaco escale aún más, se requerirá una combinación de inversión estatal, cooperación público-privada y planificación estratégica.

Las colonias llegaron a una tierra compleja, con lluvias aisladas, sin caminos ni infraestructura, y sin embargo, transformaron radicalmente su entorno.
Las colonias llegaron a una tierra compleja, con lluvias aisladas, sin caminos ni infraestructura, y sin embargo, transformaron radicalmente su entorno.

Economía con raíces profundas y visión de futuro

En otro orden de ideas, el caso del Chaco paraguayo no es una excepción milagrosa, sino el resultado de una visión estructurada, basada en cooperación, disciplina y reinversión local. Fast lo resume con claridad: “Lo que hizo grande al Chaco fue ese espíritu de sacrificio, de trabajo, y una fe con bases bíblicas. Si se mantiene eso, esta zona puede aportar mucho más aún a la economía paraguaya”.

En este sentido, las colonias menonitas no solo han transformado su territorio: han trazado un camino posible para otras regiones del país. Su aporte al PIB, a las exportaciones, al empleo formal, a la salud, a la integración social y a la sostenibilidad ambiental las posiciona como uno de los modelos de desarrollo más completos del Paraguay contemporáneo.

Superar los límites anteriormente citados —clima, energía y caminos— no será tarea exclusiva de las cooperativas. Requerirá una mirada del Estado, capaz de ver en el Chaco no un borde, sino un centro de expansión estratégica. Mientras tanto, las comunidades seguirán haciendo lo que han hecho durante un siglo, que es trabajar la tierra, cuidar su entorno, invertir en su gente y producir con sentido.

El Chaco paraguayo, por su posición fronteriza con Bolivia y Argentina, tiene el potencial de convertirse en el epicentro del corredor bioceánico productivo. La infraestructura cooperativa ya instalada, sumada a inversiones estratégicas como rutas y puertos secos, podría posicionar a esta zona como un nuevo eje de integración regional.

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