La energía como ventaja estratégica: Paraguay frente al mapa regional

Con una matriz casi 100% renovable y tarifas eléctricas ultracompetitivas, Paraguay se presenta como un actor energético privilegiado en Sudamérica. Sin embargo, los desafíos de la infraestructura, el cambio climático y la creciente demanda obligan a repensar el modelo de generación, diversificar la matriz y traducir la abundancia energética en desarrollo económico concreto.

La clave está en transformar la energía en motor de empleo y sofisticación productiva, aprovechando mejor el excedente hidroeléctrico.
La clave está en transformar la energía en motor de empleo y sofisticación productiva, aprovechando mejor el excedente hidroeléctrico.

Cargando...

En un continente marcado por la tensión entre abundancia natural y fragilidad estructural, la energía eléctrica se ha vuelto un eje estratégico para el desarrollo económico de los países sudamericanos. Mientras el mundo avanza hacia una transición energética basada en fuentes limpias y renovables, Sudamérica aparece como una región con potencial excepcional, pero también con desafíos profundos.

Sucede que la generación eléctrica sigue dependiendo en buena medida de los recursos hídricos, con matrices dominadas por represas de gran escala y escasa diversificación tecnológica. A esto se suman desequilibrios en infraestructura, marcos regulatorios obsoletos y brechas de acceso que limitan el verdadero aprovechamiento del potencial energético.

En medio de ese mapa, Paraguay sobresale como una singularidad. Con una matriz eléctrica casi completamente renovable, tarifas entre las más bajas del continente y una capacidad instalada que supera enormemente su demanda interna, el país se posiciona como un proveedor confiable y competitivo. Pero esa ventaja estructural, lejos de ser definitiva, enfrenta tensiones crecientes por el cambio climático, el aumento del consumo y la falta de diversificación. La energía, en Paraguay, es tanto oportunidad como desafío.

Sudamérica ante una transición desigual

La región sudamericana presenta un perfil energético llamativo: más del 60% de su electricidad proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctricas, una proporción que duplica el promedio global. Sin embargo, esa aparente ventaja esconde profundas asimetrías. Mientras países como Uruguay y Brasil han logrado avances sostenidos en la incorporación de fuentes como la solar y la eólica, otros aún dependen en gran parte de combustibles fósiles o arrastran déficits crónicos de inversión. La infraestructura envejecida, las pérdidas técnicas en distribución y la baja cobertura en áreas rurales dificultan el avance hacia una matriz más robusta, diversa y resiliente.

“La región tiene una matriz bastante renovable, pero muchos países carecen de estos recursos en cantidad suficiente como para sustituir del todo las fuentes fósiles. Y además, debemos modernizar nuestras redes de distribución para garantizar un suministro eficiente, sostenible y con menos pérdidas”, advierte Fabio Lucantonio, especialista energético paraguayo con casi 30 años de trayectoria, en conversación con ABC Negocios.

Según el experto, el desafío no se limita a la generación, más bien hace falta digitalizar las líneas, mejorar la eficiencia energética y, sobre todo, atraer el financiamiento necesario. Sin esos componentes, la transición energética avanza, pero no con la rapidez que el contexto climático y económico exige.

La región sudamericana presenta un perfil energético llamativo: más del 60% de su electricidad proviene de fuentes renovables.
La región sudamericana presenta un perfil energético llamativo: más del 60% de su electricidad proviene de fuentes renovables.

Fortalezas de la matriz eléctrica paraguaya

En contraposición al escenario regional, Paraguay se destaca como un caso atípico. Su matriz de generación eléctrica es prácticamente 100% renovable, sustentada casi en su totalidad en la energía hidroeléctrica proveniente de las represas binacionales de Itaipú y Yacyretá, además de Acaray. Este modelo le ha permitido al país contar con una oferta energética que supera ampliamente su demanda interna, habilitando un esquema sostenido de exportación a mercados vecinos como Brasil y Argentina.

A esto se suma un elemento decisivo: el bajo costo de generación. La energía hidroeléctrica paraguaya es una de las más baratas de la región, lo que se traduce en tarifas competitivas para el consumo interno y un atractivo adicional para la instalación de industrias electrointensivas.

“La matriz 100% hidroeléctrica es una gran fortaleza. Tenemos energía limpia, sostenible, y eso contribuye significativamente a reducir emisiones. Pero también representa un desafío si no diversificamos la fuente”, señala Lucantonio. Desde su visión, el modelo paraguayo ofrece una base privilegiada, pero necesita evolucionar si pretende sostener su ventaja competitiva en un contexto de creciente demanda, presiones climáticas y exigencias de descarbonización global.

Grietas del modelo: estrés hídrico y concentración

La dependencia casi total de las represas hidroeléctricas ha sido, durante décadas, un activo incuestionable para Paraguay. Sin embargo, esa misma concentración energética se revela hoy como una vulnerabilidad crítica. El cambio climático ha intensificado fenómenos extremos, y la cuenca del río Paraná –de la que dependen Itaipú y Yacyretá– no escapa al impacto. Las sequías prolongadas de los últimos años, con descensos notables en el caudal, han reducido la capacidad de generación de ambas hidroeléctricas, comprometiendo incluso las exportaciones en ciertos tramos del año.

Lucantonio no lo minimiza: “Actualmente estamos bajo estrés hídrico. Depender de una sola fuente como la hidroenergía, por más que sea limpia, limita la resiliencia del sistema frente al cambio climático y la creciente demanda”. El especialista recuerda que solo en 2024 la demanda eléctrica nacional creció un 18%, impulsada tanto por el crecimiento vegetativo como por el surgimiento de nuevos consumidores intensivos.

En este escenario el riesgo no es hipotético, ya que, si no se diversifica la matriz y se fortalecen fuentes alternativas, Paraguay podría ver comprometida su capacidad de respuesta ante escenarios climáticos extremos o fallas técnicas en las represas.

Demanda y nuevos usos intensivos

Por ende, la estabilidad energética que Paraguay supo construir enfrenta hoy un nuevo tipo de presión: el auge acelerado de la demanda. A los incrementos esperables por crecimiento poblacional y urbano, se suma un fenómeno más reciente y disruptivo, que es el desembarco de industrias altamente consumidoras de energía, como los centros de datos, las criptominerías y otros actores de la economía digital. Esta transformación, que se viene dando a velocidad sostenida desde 2023, ya está generando picos de consumo con efectos concretos sobre la infraestructura.

“En 2024, la demanda eléctrica creció un 18%, 8% por crecimiento vegetativo y 10% por industrias intensivas; eso pone al sistema bajo presión”, advierte el experto. El impacto no se limita al sector productivo. En los meses de verano, el consumo residencial por aire acondicionado y refrigeración se dispara, provocando cortes localizados ante la imposibilidad de sostener la carga. En este contexto, la preocupación no pasa solo por generar más energía, sino por cómo expandir y modernizar la red para absorber la nueva demanda sin comprometer la calidad del servicio.

¿Estamos aprovechando la ventaja energética?

La disponibilidad de energía limpia y barata ha sido uno de los principales argumentos para posicionar a Paraguay como destino atractivo para inversiones. Sin embargo, aún persiste la pregunta de si esa ventaja estructural se está traduciendo de manera efectiva en desarrollo industrial sostenido y valor agregado interno. Si bien el país ha captado la atención de empresas que buscan reducir su huella de carbono, el salto hacia una industrialización más diversificada y tecnificada todavía parece pendiente.

“Paraguay logró atraer capital por su energía limpia y barata, pero necesitamos diversificar hacia industrias de alto valor agregado que incorporen mano de obra local”, sostiene Lucantonio. Desde su óptica, la estabilidad macroeconómica y la competitividad fiscal son activos importantes, pero no suficientes.

La clave está en transformar la energía en motor de empleo y sofisticación productiva, aprovechando mejor el excedente hidroeléctrico para generar más que solo divisas. La energía barata no debe ser solo un atractivo coyuntural, sino parte de una estrategia nacional que impulse un modelo industrial robusto, inclusivo y sostenible.

La ventaja estructural, lejos de ser definitiva, enfrenta tensiones crecientes por el cambio climático, el aumento del consumo y la falta de diversificación. La energía, en Paraguay, es tanto oportunidad como desafío.
La ventaja estructural, lejos de ser definitiva, enfrenta tensiones crecientes por el cambio climático, el aumento del consumo y la falta de diversificación. La energía, en Paraguay, es tanto oportunidad como desafío.

Fuentes alternativas: solar y biomasa

Por otra parte, la necesidad de diversificar la matriz energética paraguaya no implica renunciar a su esencia renovable, sino ampliarla. En ese camino, la energía solar se posiciona como una de las alternativas más viables y estratégicas. El país cuenta con un alto nivel de radiación solar, especialmente en el Chaco, lo que permite desarrollar tanto grandes parques fotovoltaicos como sistemas distribuidos sobre techos residenciales, comercios y hoteles.

La solar podría sustituir prácticamente el 100% de la potencia instalada hidro durante el día, sin mayores adecuaciones técnicas”, señala Lucantonio, remarcando que las represas podrían actuar como baterías naturales durante la noche.

A esta opción se suma la biomasa, históricamente utilizada en el país y con alto potencial en el ámbito agroindustrial. El uso eficiente de residuos agrícolas y forestales, mediante tecnologías modernas, permitiría generar electricidad, vapor y calor de manera sostenible. “La biomasa tiene un ciclo de carbono neutral. Bien gestionada, puede reemplazar a los combustibles fósiles en procesos industriales y, además, genera empleo en zonas rurales”, apunta.

Políticas, incentivos y rol del sector privado

La diversificación energética no se logrará sin reglas claras ni mecanismos de financiamiento adecuados. En Paraguay existen marcos normativos vigentes, como la Ley N° 6977, que fomenta las energías renovables no hidráulicas, y la Ley N° 3009, que permite a privados generar y transportar energía eléctrica. A eso se suma la Ley N° 7452 sobre participación público-privada (PPP), que habilita esquemas mixtos para infraestructura energética. Pero en la práctica, los cuellos de botella persisten con trámites lentos, ausencia de ventanilla única y dificultades para acceder a crédito competitivo.

“Hay que facilitar el proceso. Se necesitan fondos públicos y programas de crédito con tasas de un solo dígito para fomentar proyectos solares, de biomasa, residenciales y comerciales”, propone Lucantonio. A su criterio, la nueva generación debe financiarse mayoritariamente con capital privado, bajo marcos estables que garanticen retorno.

El mismo también aboga por mayor capacitación técnica, incentivos a la autogeneración, difusión de redes inteligentes y desarrollo de soluciones de almacenamiento. La energía distribuida, sostiene, puede ser clave para robustecer la seguridad del sistema y democratizar el acceso. La transición, si quiere ser viable, necesita de un ecosistema favorable a la inversión y la innovación.

Paraguay en la transición regional

El país ya ha demostrado ser un actor confiable en el mapa energético regional. A lo largo de las décadas, ha sostenido un suministro constante de electricidad renovable a mercados como Brasil y Argentina, consolidando su reputación como socio estratégico. Sin embargo, el contexto actual exige un nuevo posicionamiento.

La transición energética global abre una oportunidad inédita para que el país no solo exporte energía, sino también credenciales ambientales. “Somos uno de los pocos países con una matriz 100% renovable. Debemos certificar esa energía verde para atraer capital que valore la descarbonización”, plantea Fabio Lucantonio.

Finalmente, la combinación de energía limpia, potencial de diversificación y vocación exportadora permitirá pensar a Paraguay no solo como proveedor, sino como articulador de integración eléctrica regional. Con planificación, inversión y visión de largo plazo, el país puede pasar de ser un exportador de megavatios a un referente de energía sostenible con impacto real en su desarrollo industrial, social y ambiental.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...