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En Paraguay, hablar de parques industriales es todavía hablar de una promesa más que de una realidad consolidada. Con apenas una veintena de predios considerados como tales —y ocho habilitados por el Ministerio de Industria y Comercio (MIC)—, el país avanza hacia una estrategia de desarrollo que apunta menos a la cantidad y más a la calidad. Para el viceministro de Industria, Marco Riquelme, no se trata solo de levantar galpones y trazar caminos internos: el verdadero cambio vendrá con una nueva legislación y una visión de largo plazo que ordene el crecimiento industrial, garantice servicios básicos y fomente un ecosistema empresarial robusto.
“La ley actual no ofrece muchos beneficios interesantes; por eso estamos diseñando una normativa moderna, alineada a la realidad paraguaya”, afirma. La meta: transformar la industria nacional desde sus cimientos, creando polos planificados que den seguridad, competitividad y proyección a las empresas que apuestan por producir en el país.

Pocos y dispersos: mapa actual de los parques
Aunque el término “parque industrial” sugiere orden, planificación e infraestructura de primer nivel, la realidad paraguaya dista bastante de esa imagen. De los aproximadamente 20 parques industriales existentes, solo una minoría está debidamente habilitada por el MIC. Muchos de los predios calificados como tales carecen de los estándares mínimos para operar bajo ese nombre: algunos no cuentan con acceso suficiente a energía eléctrica, otros no disponen de plantas de tratamiento de efluentes o de caminos aptos para tránsito pesado.
“Tenemos que ser rigurosos en las habilitaciones”, advierte Riquelme, al señalar que la dispersión urbana y la falta de planificación han provocado que fábricas terminen incrustadas en barrios residenciales, generando conflictos ambientales, logísticos y de seguridad.
Este desorden no solo representa una desventaja competitiva, sino que también desalienta inversiones extranjeras. “Cuando un inversor llega al país y pregunta por los parques industriales disponibles, se encuentra con un mercado desorganizado, con intermediarios que lo desorientan más que lo orientan”, explica el viceministro. Esa falta de referencias claras erosiona la confianza. El gran desafío, por tanto, no es solo construir más parques, sino definir un modelo institucional y operativo que devuelva previsibilidad y atractivo al sector industrial paraguayo.
Una nueva ley para romper la inercia
El punto de inflexión, según el MIC, será normativo. Paraguay cuenta desde 2013 con una ley de parques industriales (Ley N° 4903), pero su efecto real ha sido limitado. “Hoy esa normativa solo otorga beneficios menores, como una reducción en la patente municipal y en algunas tasas inmobiliarias. No es atractiva, y por eso no ha generado un boom de parques industriales”, señala el viceministro Riquelme. La conclusión es clara: para cambiar la realidad del sector, hace falta cambiar el marco legal.
Actualmente, el MIC trabaja en una nueva legislación integral, con apoyo técnico del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que financiará el diseño legal mediante un estudio jurídico especializado. Esta futura ley busca, en primer lugar, establecer requisitos claros y exigentes para la habilitación de nuevos parques, es decir, infraestructura completa, cumplimiento ambiental, conexión energética y disposición adecuada de residuos. Pero, además, prevé incentivos diferenciados para dos perfiles clave: por un lado, para los desarrolladores que inviertan en grandes extensiones de terreno y monten el parque; por otro, para las industrias que se trasladen a estos polos, con apoyo crediticio y condiciones de acceso preferenciales.
El objetivo es ambicioso, siendo que se busca un Paraguay que pase de una industria desordenada a una geografía productiva clara, con nodos industriales eficientes, sostenibles y conectados.

De ventajas fiscales a ventajas funcionales
Uno de los puntos en los que el país ha sabido destacarse en la región es su competitividad impositiva. Con una carga tributaria baja, energía abundante y una normativa favorable a la inversión como la Ley 60/90 o el régimen de maquila, el país ya ofrece un terreno fértil para la industria. “No hace falta seguir haciendo descuentos fiscales. Ya somos supercompetitivos comparados con la región”, remarca Riquelme. El desafío, entonces, no pasa por reducir más impuestos, sino por construir un ecosistema funcional donde las industrias puedan operar con previsibilidad, eficiencia y escala.
La propuesta oficial apunta a un nuevo tipo de ventaja competitiva, más centrada en la infraestructura y el entorno productivo. El modelo incluye parques con energía garantizada, red de tratamiento de efluentes, acceso vial planificado, y espacios comunes como comedores, salas de lactancia, guarderías y centros de capacitación. Pero también promueve algo menos tangible: la colaboración entre empresas instaladas en un mismo parque, como ocurre en modelos de Córdoba, Panamá o Brasil.
“Una industria que necesita un técnico puede encontrarlo en la fábrica vecina, se prestan recursos, comparten soluciones”, ilustra el viceministro. Esa lógica colaborativa —hoy ausente en muchos polos improvisados— es parte del salto cualitativo que Paraguay quiere dar para convertirse en un nodo industrial organizado y competitivo.
Desorden urbano y energía dispersa
Uno de los problemas más profundos del tejido industrial paraguayo es su crecimiento espontáneo. Muchas fábricas se instalaron en zonas que originalmente eran rurales y hoy están rodeadas por barrios residenciales. “Hay industrias con plantas de tratamiento de efluentes en medio de zonas habitadas, camiones pesados circulando donde caminan niños, y un caos eléctrico porque la ANDE no sabe cuánta energía debe asignar a cada zona”, advierte el viceministro Riquelme. En este contexto, las ventajas naturales del país se diluyen ante la falta de ordenamiento.
Por eso, la nueva política apunta a construir parques industriales modelo, con criterios de ubicación estratégicos y condiciones básicas aseguradas desde el inicio. El Estado busca actuar como articulador entre desarrolladores inmobiliarios, municipios y entes como ANDE y ESSAP para garantizar que los nuevos polos nazcan con infraestructura completa y estén alineados con la legislación ambiental. “Queremos ser muy rigurosos en la habilitación de parques. No se va a autorizar cualquier cosa”, enfatiza.
Además, se proyecta un crédito blando y de largo plazo para que industrias ya instaladas en entornos poco adecuados puedan mudarse a parques planificados sin afectar su operatividad. La propuesta, aún en etapa de diseño, forma parte del objetivo mayor: resolver desde la raíz los cuellos de botella que hoy limitan el crecimiento industrial del país. Riquelme espera que la normativa pueda pasar por el Congreso este año y empezar a generar beneficios lo antes posible, de modo a estimular la creación de más espacios de esta índole.

Una red en formación: casos que marcan el camino
Aunque dispersa y en distintas etapas de desarrollo, Paraguay ya cuenta con una red de parques industriales que empiezan a mostrar el potencial del modelo. El Parque Industrial Avay, en Villeta, es uno de los más extensos, con 234 hectáreas y empresas de sectores como alimentos, lubricantes y electrodomésticos. En Luque, a pasos del aeropuerto, el Parque Logístico América opera sobre 10 hectáreas con compañías químicas, agroindustriales y logísticas.
En Alto Paraná, donde la maquila ha ganado fuerte protagonismo, destacan iniciativas como el Parque Industrial Gical en Minga Guazú —con más de 30 empresas dedicadas al calzado, textiles y logística—, y el Parque Industrial Algesa en Ciudad del Este, que concentra firmas del rubro textil, plástico y servicios.
Otros casos relevantes en el área metropolitana son el Parque Industrial Panamericano, en Villa Elisa, y los parques de Mariano Roque Alonso, como Almasol y Gical Arecayá, especializados en almacenamiento farmacéutico, alimentos y maquila textil. Si bien muchos de estos emprendimientos son privados, todos apuntan a un mismo objetivo: ofrecer entornos productivos seguros, accesibles y formalmente organizados.
Son polos que, a pesar de sus diferencias, anticipan lo que podría ser una red industrial moderna y descentralizada en Paraguay, si la nueva legislación logra destrabar las barreras actuales y multiplicar estos modelos a escala nacional.
El futuro se diseña hoy
El proceso de industrialización de Paraguay no puede sostenerse sobre la improvisación. Con una ley desactualizada, una geografía productiva desordenada y un sistema de habilitaciones permisivo, el país no ha podido hasta ahora consolidar polos industriales a la altura de su potencial. Pero esa realidad está empezando a cambiar.
Con una nueva legislación en camino, un enfoque más exigente y el impulso de parques industriales como herramientas de ordenamiento, competitividad y desarrollo territorial, el modelo paraguayo comienza a reformularse. No se trata solo de captar inversiones, sino de generar condiciones para que esas inversiones perduren, escalen y se inserten en un entorno colaborativo, predecible y sostenible.
“El parque industrial no es solo una ventaja para la industria, es una garantía para la ciudad y desarrollo”, resume Riquelme. Y esa, quizás, sea la transformación más profunda que está en marcha: convertir al impulso industrial en parte de un proyecto nacional de largo plazo, con impacto económico, urbano y social.
Pautas para el funcionamiento de los parques industriales
- Condiciones socioeconómicas del entorno: disponibilidad de mano de obra.
- Logística: ubicación geográfica estratégica del Parque.
- Acceso a servicios de soporte de negocios: aduanas, depósitos, zonas económicas especiales, cajeros, créditos blandos.