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En el panorama local existe una tendencia a repetir fórmulas que alguna vez funcionaron, sin preguntarnos si siguen siendo relevantes. Las campañas masivas, la publicidad basada en el “a mí me parece” y las estrategias de “copiá y pegá nomás lo que hace la competencia” se apoyan en la intuición sin datos y confunde presencia con relevancia. Hoy, competir implica replantear de raíz la forma de entender el mercado, identificar las verdaderas fuentes de crecimiento y, sobre todo, encontrar oportunidades que el resto pasa por alto.
Durante años, la noción de “segmentación de mercado” estuvo en boca de muchos, pero en la práctica se han visto esfuerzos tímidos, con poca profundidad. El verdadero desafío consiste en mapear la demanda (o Demand Landscape Mapping), es decir, descubrir las motivaciones del cliente, sus necesidades insatisfechas y los nichos que ofrecen un valor potencial significativo. Apuntar al público equivocado, o a uno de bajo valor, casi garantiza el desperdicio de recursos y la pérdida del foco, o sea, no todo el mundo es nuestro cliente.
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Este replanteamiento aplica a las estrategias de ventas y también a la estructura misma de las empresas. En algunas organizaciones, el área de marketing está relegada a un rol meramente decorativo: redes sociales, diseño de materiales y auspicios. Sin embargo, en un entorno global y altamente competitivo, marketing debe aspirar a ser la voz del mercado dentro de la toma de decisiones. La digitalización y la analítica de datos han abierto un abanico de posibilidades para medir, prever y personalizar las ofertas como nunca antes.
El desafío tecnológico no solo transforma la comunicación con el cliente —a través de las redes sociales, el comercio electrónico o el reto real que es diseñar un ecosistema omnicanal que integre la experiencia del cliente en todos los puntos de contacto: sucursales físicas, plataformas en línea, call center y redes de aliados estratégicos—, también reconfigura la estructura de costos, la logística y la velocidad de respuesta ante la competencia. La tradicional separación entre “área comercial” y “área de marketing” se vuelve obsoleta. Quienes se adapten más rápido a esta nueva realidad van a destacar, y quienes sigan aferrados a viejos esquemas podrían ver peligrar su relevancia.
En muchas empresas paraguayas, marketing sigue confinado a un rincón táctico, redactando flyers o actualizando posteos, mientras las grandes decisiones —las que definen si invertimos en Big Data, si adoptamos modelos de negocio basados en ecosistemas o si saltamos a nuevos mercados— se quedan sin su voz. En tiempos de transformación digital y de información hipersegmentada, dejar a marketing fuera de la mesa ejecutiva es un lujo que nadie debería permitirse. Organizaciones pioneras ya han aprendido a equilibrar la creatividad con la ciencia de los datos, asegurándose de que la información recabada no se desperdicie en reportes que nadie lee, sino que impulse decisiones estratégicas.
No menos importante es la capacidad de combinar la innovación incremental —mejoras graduales que sostienen el negocio— con proyectos radicales que desafíen el statu quo. Ese equilibrio requiere flexibilidad, apertura al riesgo y la valentía de cuestionar las prácticas tradicionales. Y, mientras tanto, no hay que olvidar que el cliente es cada vez más exigente, informado y demandante de soluciones rápidas y confiables.
La invitación es clara: repensar el rol de marketing como un motor para el crecimiento sostenible, identificar de forma inteligente las oportunidades, trazar estrategias basadas en datos y mantenerse ágil ante la dinámica global. Paraguay no es una isla, compite y colabora con el mundo. Aquellas empresas que entiendan este mensaje e impulsen cambios de fondo, tendrán la oportunidad de liderar el futuro en un mercado que no deja espacio para quienes se duermen en los laureles.
*Gerente de Marketing y Sustentabilidad - Financiera Paraguayo Japonesa