Cargando...
El detalle es que la habitación no es tal sino una carpa. Una de las cinco instaladas en plena Plaza de la Libertad, encuadrada por las calles Oliva, Chile, Estrella y Nuestra Señora de la Asunción. A pocos metros se yergue la recién restaurada estatua de Carli, bautizada popularmente como “La razón vence a la fuerza”, aunque algunos dicen que se llama en realidad “El espíritu y la materia”.
“Dios le da las peores batallas a sus mejores guerreros”, se lee escrito con marcador en una de las dos carpas para dos personas. Las otras tres son individuales. No se sabe mucho de quiénes son los guerreros, ni qué batallas pelean.
Una periodista de este diario quiso averiguarlo, conversó con algunos de ellos y esto es lo que sacó en claro: son seis personas, de Argentina, Colombia y Chile. Viajan a dedo casi por donde los lleva el viento, excepto uno que pedalea, también sin rumbo fijo. Llegaron hace 8 días a la Plaza de la Libertad y para sobrevivir hacen (literalmente) malabares a cambio de monedas (los más). Los menos trenzan y venden pulseritas.
Pero no les va bien, y por eso preguntan a la periodista si conoce un comedor para indigentes.
Al costado del campamento y asegurada a un banco de la plaza hay una destartalada bicicleta Caloi. Aunque está maltrecha se nota el valor que tiene para dueño (el chileno del grupo) y por eso la desarmó y encandenó las partes, para que nadie se lleve ni una, al amparo de la oscuridad que reina en ese cuarto del conjunto que compone la Plaza de los Héroes.
Alrededor del pequeño campamento, que pasa desapercibido para la mayoría, la vida sigue igual: los policías chatean (los policías en las plazas siempre chatean), los carteros juegan a las damas; los vendedores de artesanía, los de yuyos, los taxistas, los lustrabotas, las cocineras... todos esperan clientes, y un señor muy borracho para ser un lunes de mañana estruja una lata de cerveza y la tira al basurero.