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A más de 700 km de la capital del país, Asunción, convive la comunidad Wonta Santa Rosa. Con escala en Filadelfia, Mariscal Estigarribia y La Patria, a la comunidad se llega luego de traspasar los 30 kilómetros de la mítica picada de rally “León Pirú”, lejos de las ciudades aledañas.
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El pueblo Manjui Wonta Santa Rosa son uno de los pueblos originarios más abandonados y dejados a su suerte del Chaco paraguayo. El representante legal de la comunidad, el abogado Pedro Rodríguez, mencionó que solicitaron ayuda al área de derechos humanos del Instituto Paraguayo del Indígena (INDI) quienes respondieron que la asistencia en esa zona “corresponde a la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN)”, desentendiéndose totalmente de la situación.
“Yo compré algunos kilos de arroz y pollo, según lo que da mi bolsillo y tienen comida para dos días pero urge asistirles. Los niños están descalzos y no tienen abrigos”, refirió Rodríguez, quien está por la zona buscando asistencia.
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Los Manjui además viven la doble desgracia de tener sus tierras constantemente invadidas por empresarios de élite que con documentación dudosa se apropian de tierras para convertirlas en ganaderas, en las cuales paradójicamente los propios manjuis terminan trabajando como peones por una remuneración mísera.
La comunidad indígena del pueblo Manjui Wonta Santa Rosa, quienes deberían ser los verdaderos beneficiarios, viven en tierras que fueron adquiridas por una misión evangélica en condiciones más bien deplorables, sin servicios básicos ni agua corriente. Son utilizados además por políticos de la zona en época de elecciones, siendo “arreados” para ir a votar.
Se estima que son aproximadamente unas 900 personas pero el dato no está confirmado ya que no existe un censo que revele cuántos en realidad son.
Pérdida de identidad
Los indígenas Manjui, además de la pérdida de su territorio, enfrentan hace años la pérdida de su identidad cultural. Su lengua, que es precolombina, está en grave peligro de extinguirse.
Las mujeres se dedican netamente al trabajo doméstico, la crianza y a fabricar artesanías y la tasa de analfabetismo es altísima. Con los años, la educación que reciben los pocos que pueden estudiar es en nivaclé o español, obviando su idioma materno.
Los hombres al migrar para buscar trabajo en las estancias, aprenden guaraní y español, dejando también atrás su propio idioma y abandonando sus prácticas culturales.