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Residentes de esta parte de nuestra capital señalan que en la zona las propiedades cuestan alrededor de US$ 1.200 el metro cuadrado y los vecinos cumplen con la Comuna capitalina y con la Essap, pero son obligados a seguir soportando desde hace mucho tiempo el “terrible mal olor” del agua servida que sale de un agujero que cada día aumenta de tamaño.
Denuncian que, a pesar de que las autoridades de la Municipalidad están en conocimiento de la existencia de esta avería en el asfaltado, que no deja dormir tranquilo al vecindario, hasta ahora no han dado respuesta alguna.
Según expresan, la empresa aguatera estatal, que en los papeles es una sociedad anónima (SA), ha permanecido indiferente hasta ahora ante esta incómoda situación.