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Aunque tengan la voluntad de cambiar es muy difícil que lo logren en el ambiente negativo en el que vive la mayoría de estos adolescentes, sin modelos ni ejemplos a seguir en sus casas, explicó Estanislao Balbuena, jefe de seguridad del Centro Educativo Integral (CEI) de Itauguá.
Balbuena tiene 24 años de experiencia de trabajo en penitenciaria de menores, y en todo este tiempo de vigilar a los jóvenes fue testigo de la cruel realidad de muchos de ellos, que incluso son rechazados por su propia familia, por lo que se vuelcan de nuevo a las calles.
El nivel de reincidencia en la penitenciaría de menores es cada vez mayor, justamente por la desintegración familiar y la carencia de valores. En algunos casos, los padres de estos jóvenes están también presos en las cárceles, a otros simplemente no les importa y no visitan a sus hijos, y los que no tienen padres, difícilmente los parientes se hacen cargo de ellos, explicó.
Comentó el caso de uno de los adolescentes que recientemente cumplió el tiempo de su condena, pero sus familiares nunca vinieron a recogerlo. Cuando los trabajadores sociales dieron con la madre que vivía no muy lejos del penal, la misma se excusó diciendo que es mejor que se quede en el reclusorio, porque estando libre "por la calle nomás anda".
"No puedo entender como un padre o una madre puede pensar que en este lugar su hijo va a estar mejor, yo soy padre también no quisiera que mi hijo pise siquiera por enfrente de este lugar", acotó Balbuena.
Sin duda, el ambiente familiar negativo y la falta de modelos a seguir en la casa, son factores que pesan fuerte en la reincidencia de los jóvenes en las cárceles. Más del 50% de los adolescentes que cumplen su condena, vuelven a ingresar al poco tiempo. La mayor parte de los delitos es por robo para consumo de drogas. El 90% de los menores que ingresan al CEI tiene problema de adicciones.