Caacupé: persisten los hechos de violencia a causa de jóvenes adictos al crack

La comunidad de Caacupé vive momentos de conmoción tras un nuevo hecho de violencia que refleja el drama del consumo de drogas en adolescentes y jóvenes. La noche del domingo 28 de septiembre, Érico Benítez (58), falleció en el Hospital Regional luego de ser atacado por adictos dentro de su propia vivienda, en la compañía Cabañas.

La comercialización de drogas convierte a barrios enteros en zonas de miedo e inseguridad.
La comercialización de drogas convierte a barrios enteros en zonas de miedo e inseguridad.

De acuerdo con el reporte policial, cuatro jóvenes irrumpieron en la casa y lo agredieron con golpes en la cabeza y dos puñaladas en el pecho, causándole heridas mortales. Los presuntos responsables fueron identificados como Víctor Benítez, Arturo Benítez, Richard Servín y David Benítez, todos parientes de la víctima. La Policía Nacional logró detenerlos en un operativo realizado en la zona.

Las primeras informaciones indicaron que los atacantes son consumidores de crack, una droga que en los últimos años se extiende cada vez más fuerte por barrios y comunidades del interior, arrastrando consigo una cadena de violencia, inseguridad y desintegración familiar.

Un fenómeno que se repite

Lo ocurrido en la comunidad de Cabañas no es un caso aislado. Cada semana se registran episodios similares en distintas ciudades del país, donde adolescentes bajo los efectos de las drogas protagonizan asaltos, agresiones y homicidios.

El patrón se repite con preocupante frecuencia: jóvenes que caen en la adicción, familias que no encuentran apoyo y comunidades que se sienten cada vez más vulnerables.

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El crack es una sustancia barata y de fácil acceso, lo que lo convierte en la primera opción de muchos adolescentes que viven en contextos de pobreza y exclusión. Su consumo genera dependencia casi inmediata y altera la conducta, empujando a los jóvenes a actos de violencia que muchas veces terminan en tragedias irreparables.

La deuda del Estado y de la sociedad

El crimen de Erico Benítez deja en evidencia una deuda histórica: la ausencia de políticas públicas efectivas en prevención y rehabilitación. Más allá de los operativos policiales que se realizan después de cada hecho, no existen programas sostenidos que ofrezcan alternativas reales a los jóvenes atrapados por la droga.

Los centros de rehabilitación son escasos y, en su mayoría, inaccesibles para familias de bajos recursos. La prevención en las escuelas y comunidades no es suficiente, y los programas de reinserción laboral o social brillan por su ausencia. La consecuencia es previsible: adolescentes sin futuro que terminan atrapados en un círculo de consumo, violencia y cárcel.

El caso de Caacupé es especialmente doloroso porque los supuestos agresores son parientes de la víctima. La droga, en este escenario, no solo destruye al individuo, sino que rompe los vínculos más íntimos, generando heridas profundas en familias y comunidades enteras.

Este hecho interpela a las autoridades, pero también a la sociedad en su conjunto y mientras no exista una estrategia integral que combine prevención, educación, tratamiento y acompañamiento a las familias, la violencia seguirá golpeando a los barrios que hasta hace poco se consideraban tranquilas. El crimen de Erico Benítez no es solo una tragedia familiar: es un reflejo de la urgencia de enfrentar, con seriedad y justicia, la crisis del crack en Paraguay.

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