Monseñor Giménez lamentó que actualmente no se eduque a los hijos en el respeto mutuo, lo que según señaló, repercute en la vida adulta y en la sociedad.
“Si no se ayuda a los hijos a respetarse mutuamente, cuando lleguen a mayores y ocupen cargos importantes, será demasiado tarde para pedirles que vivan en paz, que se reconcilien y que se respeten como ciudadanos y como hijos de Dios”, advirtió.
Recordó que seguir a Jesucristo “no es fácil, pero tampoco imposible”, pues él mismo se presenta como guía y maestro que conduce a sus discípulos “como un padre lleva de la mano a su hijo”. En ese sentido, indicó la importancia de escuchar a la Virgen María.
Asimismo, monseñor Giménez mencionó además la proliferación de nuevas denominaciones religiosas que generan confusión en la comunidad católica. “No se puede educar por otros lados a nuestra comunidad cristiana; hay que practicar y decir la verdad”, sostuvo.
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El obispo emérito subrayó: “Somos los paraguayos, como pueblo y como cristianos, quienes debemos esforzarnos para que nuestra nación sea grande. No podemos esperar que todo venga de arriba, la responsabilidad empieza por cada uno de nosotros”.
Al reflexionar sobre el Evangelio proclamado en la jornada, monseñor Giménez admitió que no siempre resulta sencillo comprender las palabras de Jesús, en especial cuando asegura que no vino a traer paz sino división. Explicó que, en una primera lectura, puede parecer contradictorio con el mensaje cristiano de paz, pero que en realidad se refiere a la experiencia de quienes buscan seguir fielmente a Cristo.
“Cuando de verdad se quiere seguir a Jesús, muchas veces se rompen las aparentes armonías”, señaló, y recordó que no son pocas las familias en las que algunos miembros se mantienen firmes en la fe católica, mientras otros optan por diferentes denominaciones religiosas o visiones de vida, lo que genera tensiones y distanciamientos.
“Ese quiebre se da incluso en el seno del hogar, en las comunidades y barrios, donde la fidelidad al Evangelio no siempre es aceptada por todos”, dijo.
El obispo aclaró, sin embargo, que la intención de Cristo no es sembrar discordia, sino encender el mundo con el fuego del amor, un amor que transforma los corazones y conduce al perdón, la reconciliación y la paz verdadera. “Jesús quiere encendernos con el amor. Ese fuego no destruye, sino que ilumina, da calor y abre caminos de comprensión entre las personas. Conduce a la convivencia pacífica y al compromiso mutuo en la vida ciudadana”, remarcó.
Destacó que el Reino de Dios anunciado por Jesús está cimentado en valores que van mucho más allá de la paz superficial que los seres humanos suelen buscar. “La paz del Señor es distinta, mucho más profunda. Tiene raíces eternas. No es solo ausencia de conflictos, sino presencia del amor, de la justicia, de la verdad y del respeto a la dignidad de cada persona”, enfatizó.
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No conformarse
En ese marco, exhortó a los fieles a no conformarse con una fe meramente ritual o pasiva, sino a poner en práctica el mensaje evangélico en la vida diaria. “Seguir a Cristo implica decisiones firmes y muchas veces difíciles, pero es el único camino para construir una paz duradera en nuestra familia, en la sociedad y en la nación”, manifestó.
Finalmente, llamó a los paraguayos a redescubrir la fuerza de la fe y a comprometerse con la construcción del bien común. “Nuestro país necesita hombres y mujeres que vivan de acuerdo con el Evangelio, que enciendan el mundo con el amor de Cristo y que, como María, sean testigos fieles de la esperanza y la paz verdadera que solo el Señor puede dar”, concluyó.

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