El procedimiento fue realizado en la tarde-noche del jueves 24 de julio. Fueron detenidos Nery David Noguera Noguera, de 30 años, y Deolinda Noguera González, de 63 años, madre e hijo.
En ambas viviendas, según el informe oficial, se incautaron dosis de cocaína tipo crack, marihuana picada, balanzas de precisión, celulares y una suma significativa de dinero, tanto en moneda nacional como extranjera.
Las evidencias no dejan dudas: el narcomenudeo operaba desde el corazón de un barrio habitado por familias humildes, utilizando métodos rudimentarios pero efectivos, como esconder dinero en medias, bolsos, billeteras y hasta dejar billetes tirados por el suelo.


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Modus operandi conocido
En la casa de Nery Noguera se incautaron 27 dosis de crack, marihuana empaquetada en bolsitas, una balanza digital y un teléfono celular con doble línea activa. En la vivienda de su madre, además de drogas, se encontraron más de 2.500.000 guaraníes en billetes fraccionados, una memoria externa, celulares sin identificación de chip y hasta 10 billetes de pesos argentinos.
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Los objetos encontrados son típicos del narcomenudeo: pequeñas cantidades listas para la venta, uso de celulares con chips cambiables y altas sumas de efectivo que evidencian múltiples transacciones. Todo indica que no se trata de consumidores, sino de distribuidores organizados.
El clan Rotela y su sombra en el interior
Este operativo confirma que los detenidos formarían parte del clan Rotela, organización liderada por Armando Javier Rotela, oriundo de Tobatí.
Desde hace años, la estructura criminal del clan Rotela ha expandido sus tentáculos fuera del sistema penitenciario, consolidando células de distribución en distintos puntos del país, incluyendo barrios periféricos de ciudades como Tobatí, Caacupé, Itacurubí de la Cordillera y Eusebio Ayala.
La lógica del clan es simple, pero efectiva: descentralizar el negocio del narcotráfico y tercerizar la venta a pequeñas redes barriales que operan en total clandestinidad, muchas veces conformadas por familias enteras. Es un modelo que reduce riesgos para los cabecillas, pero multiplica el daño social.
Diversas investigaciones fiscales ya han identificado vínculos entre personas del interior y miembros operativos del clan Rotela, quienes desde las cárceles coordinan distribución, cobran “peajes” y ejercen control territorial mediante la violencia o el miedo.
Narcotráfico ya no distingue edades ni clases sociales
El caso de los Noguera en Tobatí pone en evidencia cómo el negocio de la droga ha dejado de ser cosa de jóvenes descarriados. La supuesta participación de una mujer de 63 años rompe el estereotipo y confirma lo que fiscales y especialistas vienen alertando: el narcomenudeo ya forma parte de la economía informal en muchos barrios, donde la pobreza, la falta de oportunidades y la impunidad hacen que vender droga sea visto como una opción viable.
Detrás de estas viviendas, que aparentan normalidad, se esconden negocios que dañan silenciosamente a toda una comunidad. Mientras el Estado actúa de forma reactiva, los consumidores en su mayoría adolescentes y jóvenes siguen siendo víctimas de un sistema que no los protege ni les ofrece alternativas reales.
¿Y ahora qué?
Los detenidos fueron trasladados hasta el Ministerio Público de Caacupé, donde seguirán las investigaciones. Pero como ocurre en muchos casos, el problema no termina con un par de detenidos y algunos gramos de droga incautados. La estructura es mucho más grande. Las redes de microtráfico se regeneran fácilmente si no se ataca la raíz del problema: el circuito de distribución, el reclutamiento de nuevos vendedores y la falta de programas sólidos de prevención y reinserción social.
Hoy fue el barrio San Blas. Mañana será otro. El narcotráfico avanza mientras las respuestas siguen siendo parciales. Y el interior, cada vez más, deja de ser refugio para convertirse en campo de batalla.
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