En el corazón de Ypacaraí se encuentra la escuela y colegio El Divino Infante, una institución pública que en su momento albergó a más de 600 estudiantes, pero que hoy lucha por sobrevivir con apenas unos 250 alumnos.
El éxodo de estudiantes a otras instituciones es el reflejo más visible del deterioro progresivo que vive la institución: una estructura edilicia en ruinas, falta de recursos, gestión administrativa bloqueada y nula presencia estatal.
La comunidad educativa, compuesta por madres, padres, docentes y jóvenes voluntarios se ha organizado como puede para evitar que el colegio cierre sus puertas o caiga en el olvido. Sin embargo, las condiciones se vuelven cada vez más adversas.
“Esto se sostiene con el corazón, con el amor por nuestros hijos y con un sentido de pertenencia muy fuerte. Pero eso no alcanza si las autoridades siguen ausentes”, lamentó Rocío Grippo Schwarz, representante de los padres y una de las impulsoras del reclamo por mejoras.
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Sin dirección, sin gestión, sin recursos
Uno de los principales reclamos es la ausencia de una dirección formal. Desde hace meses, la institución no cuenta con un director nombrado oficialmente por el MEC. Aunque el profesor Derlis Joaquín Medina asume actualmente las funciones de encargado, no puede acceder a gestiones clave como la gratuidad escolar acumulada o la solicitud de apoyo logístico, por no contar con la resolución correspondiente.
Esta situación burocrática impide que el colegio acceda a fondos básicos, imposibilita trámites de mantenimiento y obstaculiza cualquier intento de crecimiento institucional.
“La falta de dirección es un candado administrativo. Estamos atados de manos. Necesitamos que el MEC destrabe esta situación y nombre a alguien de manera urgente”, señaló Grippo.
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Edificio inseguro y condiciones precarias
Las deficiencias edilicias son múltiples y preocupantes. Paredes con revoques desprendidos, techos con filtraciones, instalaciones eléctricas peligrosas en estado de abandono conforman el día a día de esta comunidad.
Los niños asisten a clases en aulas donde incluso falta mobiliario. Si bien se recibieron nuevos pupitres recientemente, estos no alcanzan para todos los cursos.
“No podemos garantizar que cada alumno tenga un asiento. En muchos casos se turnan o usamos mobiliario viejo y dañado. Es indigno”, expresó una docente que prefirió resguardar su identidad por temor a represalias.
Los sanitarios también presentan serias fallas debido a que las condiciones de higiene con muy penosas y la limpieza diaria corre por cuenta de padres organizados, ante la falta de personal de mantenimiento.
Uno de los puntos más sensibles es el sanitario del colegio, que se encuentra completamente clausurado. La puerta está podrida, rota, y no hay limpieza ni seguridad.
Ante esta situación, los estudiantes del nivel medio se ven obligados a compartir el baño con los niños del nivel escolar, generando preocupación entre los padres por la falta de privacidad.
“El tema del baño ya no se puede sostener. No es seguro, no es saludable y tampoco es digno para nuestros hijos. Estamos desesperados”, dijo la señora Grippo madre visiblemente molesta.

Promesas municipales incumplidas
Durante una visita oficial del programa “Levanta Escuelas”, el propio intendente de Ypacaraí, Fernando Negrete (PLRA), se comprometió públicamente a iluminar la cancha del colegio y a apoyar la refacción del escenario escolar. Sin embargo, hasta el momento, nada de eso ocurrió.
La cancha continúa en estado de abandono: sin iluminación, con suelo irregular y sin condiciones para ser utilizada por los alumnos. El escenario utilizado para actos académicos y culturales se encuentra deteriorado, lleno de basura y sin ningún tipo de protección estructural.
“La Municipalidad prometió ayudar, pero las promesas se las llevó el viento. Ya no creemos en discursos. Necesitamos acciones concretas”, exclamó una madre visiblemente molesta.
Voluntariado ante la indiferencia estatal
A pesar del abandono, la comunidad no se resigna. Un pequeño grupo de voluntarios integrado por padres, madres, exalumnos y jóvenes realiza mingas ambientales, reparaciones básicas y gestiona donaciones para mantener lo esencial: limpieza, alimentación y materiales escolares. Algunos vecinos donan insumos de limpieza, otros colaboran con meriendas o meriendas reforzadas cuando pueden.
Esta ayuda solidaria no es sostenible en el tiempo ni puede reemplazar la responsabilidad del Estado. “No podemos seguir haciendo lo que debería estar haciendo el MEC o la Municipalidad. Nos estamos desgastando, física y emocionalmente”, remarcó Grippo.
Un llamado urgente a las autoridades
La situación del colegio El Divino Infante no es un hecho aislado. Refleja una problemática más amplia que afecta a decenas de instituciones públicas del interior del país: abandono prolongado, indiferencia institucional y falta de voluntad política para resolver lo esencial.
La comunidad educativa exige una respuesta concreta. No se trata de grandes inversiones, sino de lo básico: infraestructura segura, dirección formalizada, servicios esenciales y acompañamiento pedagógico.
Mientras tanto, padres, docentes y voluntarios seguirán resistiendo. Pero cada día sin respuestas debilita más la esperanza y pone en riesgo el derecho a la educación de cientos de niñas, niños y adolescentes de Ypacaraí.
Para consular sobre el inconveniente llamamos a la Dirección del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) pero no recibimos retorno. También tratamos de contactar con el intendente Fernando Negrete (PLRA), pero no atendió las llamadas. Estamos abiertos si desean referirse al caso.
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