El 24 de junio pasado, durante una jornada escolar en la institución educativa salesiana Don Bosco de Ypacaraí, se proyectó una polémica película titulada Cuando acecha la maldad, un filme de terror cargado de escenas violentas.
La situación generó incomodidad en algunos padres, quienes denunciaron lo ocurrido ante las autoridades, lo que derivó en la intervención de la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia.
Hasta ahí, el caso parecía un error grave, pero corregible, como ocurre en muchas escuelas, cuando las actividades no son debidamente supervisadas. Sin embargo, la medida adoptada por las autoridades salesianas sorprendió a toda la comunidad: el director de la institución, padre Nicolás Zárate, fue separado de su cargo.
Lo que debía ser una revisión interna, una advertencia o incluso una capacitación sobre el manejo de contenidos educativos, se convirtió en una decisión drástica que dejó en evidencia una preocupante falta de criterio institucional y un afán por lavarse las manos ante la opinión pública.
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Estudiantes aclaran que fue una broma y exigen la restitución del director Zárate
Ante esta situación, en la mañana de este miércoles un grupo de estudiantes del colegio Don Bosco se manifestó frente a la institución para pedir justicia.
Los chicos aclararon que ellos mismos cambiaron la película por una de terror como una broma y piden que el director, padre Nicolás Zárate, sea restituido en su cargo.
“Nosotros fuimos los que cambiamos la película, solo fue una broma entre compañeros. Queremos aclarar que el padre Nicolás siempre estuvo para nosotros, nos ayudó a crecer como personas y a que el colegio siga adelante”, dijo uno de los jóvenes.

Asimismo, los estudiantes exigieron a las autoridades de la congregación y al Ministerio de Educación la reincorporación inmediata del sacerdote. “Exigimos que el director vuelva porque es una persona que se preocupa por todos, por el colegio y por nuestra formación”, señalaron.

¿Una sanción ejemplificadora o una decisión injusta?
Este miércoles, la comunidad educativa reaccionó y suspendieron las clases. En la jornada se pudo observar un numeroso grupo de padres de familia y estudiantes que se movilizaron para exigir la restitución del sacerdote, a quien describieron como un director comprometido con la formación integral de los alumnos, con sólidos valores cristianos y una vocación de servicio intachable.
“No es justo lo que le hicieron. El director siempre estuvo pendiente de los jóvenes, se preocupó por su educación y su bienestar. No ameritaba una sanción así”, resaltó Sergio González, un padre durante la protesta.
Los manifestantes coincidieron además en que no se tuvo transparencia en el proceso
Lo ocurrido en Don Bosco de Ypacaraí es, lamentablemente, un reflejo de cómo las instituciones y particularmente las religiosas prefieren, en ocasiones, tomar decisiones ejemplificadoras antes que asumir sus errores de manera colectiva. Resulta más sencillo apartar a un director que revisar los mecanismos de control interno y reconocer que, detrás de cada actividad escolar, hay un equipo responsable.
¿Por qué no se cuestionó quién autorizó la actividad? ¿Quién seleccionó la película? ¿Quién supervisó la proyección? ¿Cuántos docentes o coordinadores participaron ese día? Todas esas preguntas quedaron sin respuesta.
Mientras tanto, la comunidad educativa se queda sin una figura de referencia, y los alumnos, sin un director que había ganado el respeto y la confianza de la mayoría.
¿Quién protege a los educadores?
En Paraguay, donde las instituciones educativas religiosas suelen tener gran peso social, no es la primera vez que decisiones administrativas terminan siendo más punitivas que formativas. En lugar de corregir errores, se busca a un responsable visible para satisfacer a la opinión pública y evitar repercusiones mediáticas.
El caso de Don Bosco de Ypacaraí deja una lección incómoda: en las escuelas, incluso las que pregonan valores cristianos, un error puede costar una carrera, y las explicaciones suelen llegar tarde o, como ahora, nunca.
Mientras las autoridades guardan silencio, son los padres quienes decidieron alzar la voz y defender a quien consideran víctima de una injusticia.
Más allá de la gravedad del error cometido, la medida tomada contra el padre Nicolás Zárate evidencia una falta de sensibilidad institucional para manejar problemas y una preocupante costumbre de sacrificar a una persona para proteger la imagen de una institución.