El obispo remarcó que la gente no está libre de las tentaciones. “Nadie se animaría a decir hoy que la Iglesia ha sido siempre irreprensible en este punto”, expresó, recordando a Judas como símbolo de traición por ambición.
“Hay lobos vestidos de corderos en el poder. Pero el cristiano debe permanecer como un cordero, no como un lobo. Porque si te sientes fuerte como el lobo, el Señor te deja solo y el lobo te comerá crudo”, advirtió.
En medio de un contexto donde el uso de influencias religiosas y políticas se mezcla con intereses económicos, el mensaje de Valenzuela resonó como una crítica a quienes, desde cargos del poder, simulan mansedumbre pero actúan con astucia depredadora.
El obispo también hizo énfasis en que no se puede predicar el Evangelio para enriquecerse ni servirse de la fe para buscar privilegios.
“Sería una traición. No se puede decir a los demás: busquen ustedes las cosas de arriba mientras uno se queda con las de abajo”, afirmó. No obstante, evitó referirse a casos concretos de abuso de poder o de riquezas malhabidas en algunos sectores y aseguro que eso es un problema que hay que erradicar porque poco a poco está acabando con el ser humano.
Valenzuela admitió que muchos ministros de Dios a lo largo de la historia se han dejado seducir por el dinero y el poder, pero que eso no quiere decir que hoy las personas tengan que dejarse llevar por las cosas banales.
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Programa pastoral
Valenzuela recordó que el programa pastoral de Jesús se centra en atender, curar, levantar, liberar y expulsar demonios, y lamentó que, en la práctica, muchos en posiciones de responsabilidad tanto en la Iglesia como en la dirigencia política olvidan ese mandato esencial. Citó al papa Francisco, quien ha insistido en comparar a la Iglesia con un “hospital de campaña” para atender a los heridos de la vida, pero indicó que en la realidad local, los hospitales y comunidades siguen esperando no solo palabras, sino la solidaridad real y la presencia activa de quienes ostentan poder.
En su mensaje, el obispo de Caacupé fue enfático al señalar que la misión pastoral no debe limitarse a discursos grandilocuentes ni a actos protocolares, sino que debe traducirse en gestos de misericordia, asistencia y compromiso con los más vulnerables.
Recordó que Jesús enviaba a sus discípulos de dos en dos para predicar y servir, enseñando desde la práctica diaria la caridad, la fraternidad y el respeto mutuo. Sin embargo, lamentó que las divisiones internas, los personalismos y los intereses mezquinos empañan hoy ese ideal dentro de la Iglesia y también en la sociedad paraguaya, donde los sectores más golpeados siguen esperando una respuesta.
La misa se realizó en una jornada que congregó a numerosos fieles en el santuario mariano de Caacupé, en momentos donde cada vez más paraguayos reclaman a la clase dirigente y a los líderes religiosos mayor coherencia entre lo que predican y lo que hacen. Valenzuela insistió en que la Iglesia no puede desentenderse de los clamores sociales ni resignarse a ser espectadora pasiva de las injusticias, y que su verdadero sentido se encuentra acompañando a los pobres, consolando a los que sufren y denunciando las estructuras que perpetúan la exclusión.
Además, alentó a evangelizar desde el testimonio de vida, en comunidad, en cercanía con el pueblo. Resaltó que el egoísmo, las rivalidades y la búsqueda de protagonismo personal solo debilitan la misión eclesial y alejan a las personas de la verdadera fe. “No podemos hablar de hospital de campaña si cerramos las puertas al que sufre o miramos a otro lado cuando un hermano cae en desgracia”, puntualizó.

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