Las rutas pavimentadas tampoco escapan de esta realidad: presentan numerosos baches y deterioro que las convierten en trampas mortales para los conductores. A pesar de los reiterados reclamos y movilizaciones de vecinos y autoridades locales, el MOPC permanece indiferente ante el colapso vial del segundo departamento.
En la zona de Correa San José, distrito de San Pedro del Ycuamandyyú, las comunidades prácticamente se encuentran aisladas. Los camiones de gran porte —utilizados para transportar granos y ganado— destruyen aún más los precarios caminos, muchos de los cuales solo pueden ser transitados con la asistencia de tractores.
Situaciones similares se repiten en la colonia Andrés Barbero, Mbokajaty y otras comunidades cercanas a la capital departamental, donde los pobladores dependen de la solidaridad entre vecinos para enfrentar la crisis vial.
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En Tacuatí, Santa Rosa del Aguaray y Nueva Germania, el panorama no es diferente. Allí, el río Aguaraymi ha repuntado su cauce, afectando a los oleros que ven cómo sus lugares de trabajo quedan bajo agua. Desde las comunidades afectadas se clama por ayuda a la Secretaría de Emergencia Nacional, pero la asistencia no llega pese a los pedidos locales.
Ante la inacción del Estado, son los propios ganaderos y menonitas quienes, con recursos propios, reparan caminos y colaboran con los trabajos de mantenimiento, acompañados por pobladores en jornadas solidarias. Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes para atender la dimensión del problema.
Las lluvias son bien recibidas por el sector agrícola y ganadero, pero evidencian una realidad: la falta de planificación y ejecución de obras viales de todo tiempo, que mantiene a cientos de comunidades en estado de vulnerabilidad permanente. Los cauces hídricos continúan repuntando y las comunidades ribereñas se mantienen en alerta.