El feminicidio de María Fernanda Benítez, una adolescente de 17 años que estaba embarazada, conmocionó al país. Pero este crimen atroz no solo duele: también revela una sociedad que llega siempre tarde, que castiga sin prevenir y que sigue ignorando las raíces profundas de la violencia.
Sobre este tema se hizo viral en redes sociales la reflexión de la psicóloga Mariam Romero Camargo, quien habló de lo que falló en el contexto social en el que se dio el feminicidio.
“Un adolescente no se vuelve asesino de un día para otro. Lo que ocurrió con María Fernanda no es solo una tragedia. Es una alarma social. Un grito urgente que pide mirar más allá del crimen: hacia el contexto que lo hizo posible”, señaló la profesional.
El joven señalado como autor del hecho también es menor de edad. La saña con la que actuó —golpeó a María Fernanda en la cabeza y luego la quemó viva, sabiendo que estaba embarazada— no surge de la nada.
Según la psicóloga, estos niveles de violencia no aparecen de golpe: se incuban en una cadena de desconexiones afectivas, sociales e institucionales.
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🔴 UN ADOLESCENTE NO SE VUELVE ASESINO DE UN DÍA PARA OTRO. Es una alarma social que se activó en #Paraguay Lo que...
Publicado por Mariam Romero Camargo en Lunes, 2 de junio de 2025
Un cerebro adolescente sin contención
“El cerebro adolescente no está terminado”, advierte Romero. A los 15 o 16 años, el sistema límbico (emociones intensas) está más desarrollado que la corteza prefrontal (razonamiento, control de impulsos, empatía compleja). Esa asimetría es natural, pero se vuelve peligrosa cuando no hay adultos que contengan, enseñen y regulen.
Un adolescente que nunca aprendió a lidiar con el miedo, el rechazo o la frustración, que nunca fue validado emocionalmente, puede llegar a desconectarse completamente de su capacidad de sentir al otro. Y eso no lo convierte en un “monstruo”, sino en alguien moldeado por una ausencia sistemática de vínculos.
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La empatía no es instintiva: se forma
“La empatía no aparece sola. Se construye desde la primera infancia, a través del apego seguro, la ternura sostenida, la mirada que valida y acompaña. Cuando eso falta —cuando hay adultos ausentes, pantallas que reemplazan la presencia y un entorno que prioriza el rendimiento antes que la humanidad— lo que se rompe es la capacidad de conectar con el otro como persona", destacó.
Si nadie lo miró con ternura, si nadie le enseñó que el dolor ajeno importa, entonces el otro se convierte en cosa. Desechable. Irrelevante.
¿Qué falló?
La psicóloga resaltó: “Fallaron los vínculos. Falló la comunidad que no detectó las señales. Fallaron los adultos que debieron estar emocionalmente presentes. Y fallamos como sociedad al seguir tratando la violencia adolescente como si surgiera por generación espontánea, sin atender a los modelos afectivos, culturales y educativos que la alimentan".
De igual forma, hizo una fuerte denuncia sobre la falta de educación sexual en nuestro país. “Paraguay sigue sin garantizar educación sexual integral, sin espacios seguros para hablar de relaciones, embarazo, aborto, violencia. Sigue sin formar emocionalmente a sus niñas y niños, sin invertir en salud mental, y sin acompañar de verdad a las familias más vulnerables".
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No es justificar, es comprender para prevenir
También hizo una reflexión sobre lo que llevó al joven a matar a la chica. “El adolescente responsable del crimen debe responder ante la Justicia, sí. Pero si no entendemos lo que lo llevó a ser capaz de algo así, seguiremos repitiendo la historia. Seguiremos criando en la desconexión y educando con el grito o con la omisión”.
En su conclusión, instó a que el feminicidio de la joven no quede solo como una tragedia más, sino que marque un antes y un después. “Que la muerte de María Fernanda no sea solo dolor. Que sea conciencia. Que sea un punto de quiebre. Necesitamos educar con ciencia, criar con presencia, mirar con ternura”,
Y finalizó: “Porque la crueldad no se aprende sola. Y a veces… el silencio también educa".