La piel puede alterarse por factores como el clima, la edad y en ocasiones, por el desarrollo de patologías deben ser tratadas a tiempo para no afectar negativamente la calidad de vida de la persona. La dermatitis atópica es una de las enfermedades crónicas de la piel más frecuentes en la infancia y, se estima que alrededor del 20% de los niños pueden presentar algún grado de esta afección durante su crecimiento.
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La dermatitis atópica se manifiesta a través de brotes de inflamación, picazón intensa, enrojecimiento y sequedad en la piel. Aunque no es contagiosa, su impacto en la calidad de vida de los niños y sus familias puede ser profundo si no se trata adecuadamente, explica la doctora Diana Nunes, especialista en dermatología.

“La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica con base genética, que altera la barrera natural de la piel, volviéndola más vulnerable a factores ambientales, alérgenos, infecciones y estrés. En los niños pequeños suele aparecer en mejillas, cuello, pliegues de brazos y piernas. A medida que crecen, las lesiones tienden a concentrarse en zonas como las manos, muñecas o detrás de las rodillas”, detalla.
Dermatitis atópica y su diagnóstico clínico
La especialista sostiene que la picazón intensa, muchas veces incontrolable, puede interrumpir el sueño, generar irritabilidad y llevar al rascado constante, lo que generalmente empeora el cuadro clínico y puede provocar infecciones.
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La doctora Nunes explica además, que el diagnóstico clínico suele realizarse por observación directa del aspecto de la piel y la historia médica del paciente. Aclara que si bien no existe una cura definitiva, la dermatitis atópica puede controlarse mediante tratamientos médicos, medidas de cuidado diario y apoyo emocional.
“El tratamiento se basa principalmente en la hidratación intensiva y constante de la piel, el uso de emolientes especiales y, en casos de brotes, la aplicación de cremas con corticoides u otros medicamentos antiinflamatorios indicados” mencionó la doctora.

La especialista dice que también pueden utilizarse tratamientos inmunomoduladores o, en cuadros moderados a graves, terapias sistémicas. “Es fundamental evitar factores desencadenantes como el uso de jabones agresivos, el contacto con telas sintéticas o lanas, el calor excesivo y el estrés emocional, que muchas veces agravan los síntomas”, manifestó.
Entorno familiar y escolar, es clave, afirman
La dermatóloga resaltó que además de la atención médica que debe recibir el paciente, el entorno familiar y escolar cumple un rol clave.
“La comprensión de la enfermedad por parte de padres, docentes y cuidadores ayuda a disminuir la frustración de los niños frente a las molestias y la apariencia visible de la piel. En muchos casos, el acompañamiento psicológico también resulta de gran utilidad para abordar el impacto emocional que puede generar esta condición crónica en etapas sensibles del desarrollo”, sostuvo.
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La especialista agregó que la detección temprana, el seguimiento dermatológico y el acceso a información clara, son herramientas esenciales para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes pediátricos.
“Con el tratamiento adecuado, la mayoría de los niños con dermatitis atópica pueden llevar una vida activa, saludable y sin limitaciones”, puntualizó.
Factores que pueden empeorar los síntomas de la dermatitis atópica
- Alergias al polen, el moho, los ácaros del polvo o los animales.
- Resfriados y aire seco en el invierno.
- Contacto con materiales irritantes y químicos.
- Contacto con materiales ásperos como la lana.
- Piel reseca.
- Resecamiento de la piel por tomar baños o duchas frecuentes o nadar con mucha frecuencia.
- Estrés emocional.
- Enfriarse o acalorarse demasiado, al igual que cambios súbitos de temperatura.
- Perfumes o tintes agregados a las lociones o jabones para la piel.