“Hoy, lastimosamente, nuestras autoridades solo hablan de propuestas políticas sin sentido, y olvidan la educación, la familia y el bienestar. Buscan el individualismo, como si cada uno viviera aislado, y de esa manera se quiebra la célula familiar, que es el punto central de toda sociedad”, sostuvo el obispo.
Valenzuela pidió una reflexión profunda sobre el lugar que cada persona le da a su propia familia: “¿Dónde está? ¿Dónde se encuentra ese espacio en el que los hijos puedan reconocer el hogar de sus padres y sentirse acompañados?”. Reiteró que la familia es la primera educadora de la fe y promotora de los valores que sostienen a la sociedad.
El obispo también lamentó que no se esté haciendo lo suficiente para combatir problemáticas como la trata de menores, la pornografía, el pandillerismo, la drogadicción y otras amenazas que acechan especialmente a los adolescentes.
“Hoy vemos cómo se les abre cada vez más esa posibilidad de caer en esos caminos, y ¿qué hacemos nosotros? A veces optamos por encerrarnos, pero apenas se les da un poco de libertad, salen y confunden eso con libertinaje, corrupción y ambición”, expresó.
Pidió a los presentes que se busquen caminos y senderos para fortalecer el matrimonio, la relación entre hermanos y la convivencia entre vecinos. Señaló que, incluso en las familias, se ha perdido el hábito de expresar cariño: “Hoy, en muchas casas, la palabra ‘te quiero’ quedó guardada, y menos aún se dice entre esposo y esposa”.
Falta de educación para el amor y la responsabilidad
Valenzuela advirtió que la sociedad actual no educa para el amor ni para la responsabilidad. “No se enseña a tener iniciativas propositivas, ni se generan ambientes de servicio y de compartir, sino una competencia constante, de quién es mejor que el otro. Se olvidan de hablar del amor, del compañerismo y de los valores que construyen sociedad”, criticó.
También cuestionó el impacto de los horarios laborales, la migración y los cambios sociales que dificultan la convivencia familiar y la educación para el trabajo. Señaló que los niños y jóvenes pasan demasiado tiempo desocupados, sumidos en los celulares y juegos electrónicos, o en otros casos, expuestos a los riesgos del trabajo informal en la calle. “Eso contamina la libertad, mina la creatividad y afecta las relaciones familiares y sociales”, afirmó.
El ejemplo de la Sagrada Familia
Monseñor Valenzuela recordó que, en el Evangelio, no hay discursos sobre la familia, sino un ejemplo: Dios quiso nacer y crecer dentro de una familia. “Ese fue su camino para encontrarse con la humanidad, y sin embargo hoy muchas veces no llegamos a comprender el valor de ese regalo que el Señor nos hizo”.
Relató también un testimonio ficticio, pero representativo de lo que ocurre en muchas familias paraguayas. Una Navidad triste para una madre que esperaba ver a todos sus hijos reunidos, pero la mesa quedó con sillas vacías porque los conflictos, problemas económicos y diferencias alejaron a los hermanos y desintegraron ese hogar.
“Nos preguntamos por qué se desbarata una familia y qué podemos hacer para volver a unirla”, expresó Valenzuela, instando a mirar alrededor, reconocer la importancia de cada familia y valorar su centralidad. “Muchas de las propuestas políticas y educativas se olvidan de esto, y así la sociedad se desintegra”, concluyó.
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Peregrinación de la Diócesis rumbo a la Basílica
A tempranas horas de este domingo, desde las 6:30, se realizó la tradicional peregrinación de la Diócesis, partiendo desde Tupãsy Ykua hasta la Basílica de Caacupé. La caminata de fe contó con la participación de fieles de distintas comunidades, quienes llevaron consigo las imágenes de sus respectivos santos patronos, en un gesto de devoción y unidad.
Durante el recorrido, se elevaron oraciones y cánticos marianos, destacando el espíritu de hermandad y esperanza que caracteriza a esta festividad religiosa.

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