Aquel 16 de mayo amaneció amenazante con nubarrones que presagiaban una jornada lluviosa. Y no tardó mucho tiempo en caer las primeras gotas. Todos anhelaban y decían... “Solo será un aguacero”. Pero no fue así, comenzaba un diluvio que dejó empapado aquel 16 de mayo hasta entrada la noche.
Aquel viaje apostólico del pontífice comenzó en Uruguay, pasó por Bolivia, Lima y concluyó en Paraguay. Visitaba esos países del 7 al 19 de mayo de 1988.
Los preparativos en nuestro país habían comenzado un año atrás, cuando se conoció que iba a visitar el Paraguay. En las parroquias se organizaban encuentros para explicar el sentido de la visita pastoral. Desde el gobierno de Alfredo Stroessner, en cambio, se trataba de confundir a los paraguayos, presentando su presencia como una visita de jefe de Estado.
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El día esperado
Transcurrían los días, hasta que llegó el momento esperado. Aquel 16 de mayo fue histórico. Pasado mediodía, y bajo un diluvio, pisaba tierra paraguaya el papa Juan Pablo II, el Mensajero del Amor.
En el aeropuerto fue recibido por niños, jóvenes, representante de la jerarquía y del régimen totalitario. Fue el día soñado por todos los católicos, de ver a su pontífice visitando a la Iglesia que peregrina en este país. Mientras el aeropuerto internacional era la atracción nacional y mundial, a pocos metros de allí, en Ñu Guasú, unas 300 mil almas vibraban por la llegada del sucesor de Pedro. Tras los actos protocolares, el Mensajero del Amor se dirigió hacia donde estaba la feligresía en medio de un lodazal.
El papamóvil recorrió las manzanas y saludó a la gente hasta llegar al altar, donde fue recibido por el entonces arzobispo de Asunción, Mons. Ismael Rolón Silvero, quien le dio la bienvenida en nombre de todos los católicos paraguayos.
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Juan Pablo II inició la misa y regaló al Paraguay su primer santo: San Roque González de Santa Cruz, con quien también fueron canonizados sus dos compañeros mártires Alfonso Rodríguez y San Juan del Castillo.
La alegría fue total. Horas y horas bajo la intensa lluvia valió la pena. Juan Pablo II estaba en Paraguay y San Roque González de San Cruz, pasaba a ser el primer santo nacido en estas tierras.
“No se puede arrinconar a la Iglesia”
Esa misma noche, en el Palacio de López, el papa dijo ante Stroessner..... “No se puede arrinconar a la Iglesia en sus templos, como no se puede arrinconar a Dios en la conciencia de los hombres”. Con esta afirmación, el Papa apoyaba la labor pastoral de los calumniados obispos y de los movimientos laicos que ansiaban la democracia.
Así iniciaba su visita al Paraguay, luego visitará Encarnación, Villarrica, Chaco y Caacupé.
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Otro acontecimiento que generó roce con la dictadura de Stroessner fue el encuentro con los Constructores de la Sociedad. Aquella reunión se realizó en el Consejo Nacional de Deportes. El régimen quiso suprimir este encuentro porque fueron invitados “comunistas y subversivos”. Y la jerarquía paraguaya se plantó y la Santa Sede se reafirmó que seguirá en pie ese encuentro. Todos los invitados asistieron, memos los del gobierno, cuyas sillas destinadas para sus enviados, resaltaban porque estaban vacías.
Fueron tres días inolvidables, históricos que nunca se borrará de la mente de quienes vivieron intensamente aquellos días. El Papa Francisco siguió su huellas, cuando hace casi 10 años pisó estas tierras. Ahora queda el gran desafío: ver aquí a flamante León XIV.