Esta es la historia de Rufina Ortíz, de 60 años, una sacrificada mujer campesina que con el tesonero esfuerzo, junto con su marido, hace más de 35 años empezó a trabajar para poder criar a sus hijos.
A todos sus descendientes les hizo estudiar hasta que culmine la formación secundaria, solo la menor es la que continúa su formación académica universitaria y este año pudo ingresar a la carrera de ingeniería civil.
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Hace siete años se incorporó a la feria campesina que se realiza dos veces por semana, en la plaza Agustín Fernando de Pinedo ubicada en la capital del primer departamento, allí vende alimentos elaborados por sus propias manos. Tiene a la venta butifarras, marineras, sopa so’o, chipa, chipa avati, entre otros.

Con sus ingresos pudo ahorrar y ahora está montando un pequeño copetín en su domicilio y ahora también cuida de algunos de sus nietos.