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REDACCIÓN INTERNACIONAL. Francisco, el primer Papa latinoamericano, murió este lunes a los 88 años de edad tras más de una década de un pontificado muy popular entre los fieles, aunque enfrentó una feroz oposición dentro de la propia Iglesia católica.
La salud del jesuita argentino pendía de un hilo desde hacía meses. Estuvo hospitalizado 38 días por una grave neumonía, hasta el 23 de marzo. Debilitado, participó el domingo último en la celebración de la Pascua en el Vaticano.
Murió en la residencia de Santa Marta, donde vivía, y su cuerpo fue colocado en un féretro en la capilla de ese inmueble para el “rito de certificación del deceso”.
“Esta mañana (por ayer) a las 07:35 (hora de Roma), el obispo de Roma, Francisco, volvió a la casa del Padre”, anunció el cardenal Kevin Farrell en un comunicado publicado por el Vaticano.
El féretro será expuesto a partir de mañana en la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirse de él. La fecha del funeral la decidirán los cardenales, en principio entre el cuarto y el sexto día después del fallecimiento.
Se prevén nueve días de exequias y un plazo de entre 15 y 20 días para organizar un cónclave, con 138 cardenales electores para elegir a un sucesor. Más de dos tercios de ellos fueron nombrados por Francisco.
Mientras tanto, es el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Farell, quien ocupará el cargo interinamente.
Francisco, líder espiritual de 1.400 millones de católicos del mundo, afirmó a finales de 2023 que quería simplificar los funerales papales y anunció su deseo de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, y no en la de San Pedro.
Exarzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio fue el primer pontífice en elegir el nombre de Francisco, el santo de los pobres, cuyas enseñanzas inspiraron su papado iniciado el 13 de marzo de 2013.
El primer papa jesuita de la historia se implicó sin descanso en la defensa de los migrantes, el medio ambiente y la justicia social, sin cuestionar posiciones conservadoras de la Iglesia en temas como el aborto o el celibato de los curas.
Muchos dirigentes mundiales elogiaron su liderazgo de una Iglesia más abierta y compasiva.
Amante de la música y el fútbol y poco adepto a tomarse vacaciones, mantuvo durante años un ritmo frenético de trabajo.
El “Papa del fin del mundo”, líder de los jesuitas durante la dictadura argentina en la década de 1970, denunció la violencia, los conflictos, la trata de seres humanos y la explotación económica. Asistió sin embargo impotente a las guerras en Ucrania y en Oriente Medio.
Para luchar contra los abusos sexuales a menores en la Iglesia, obligó a religiosos y laicos a denunciar los casos a su jerarquía. Pero no convenció a las asociaciones de víctimas, que lo criticaron por no haber hecho lo suficiente.
Francisco, un político avispado conocido por su franqueza, también trabajó para reformar la Curia, el gobierno de la Santa Sede, desarrollar el papel de las mujeres y los laicos en la Iglesia y sanear las finanzas del Vaticano. Impulsó además el diálogo interreligioso.
La calidez de este Papa reformista, que cada domingo deseaba “buen provecho” a los fieles en la Plaza de San Pedro, despertó un gran fervor popular. También su estilo austero y humilde, que lo llevó a elegir un sobrio apartamento en lugar del lujoso palacio apostólico, e invitar a su mesa a personas sin hogar y prisioneros.
Esto, sin embargo, ofuscó a la oposición conservadora por su supuesta falta de ortodoxia y desacralización en exceso de su papel. AFP, EFE